Qué puedo hacer para que arribes a mi triste orilla,
te espero con el alma entre mis hastiadas manos
que yermas de caricias te buscan en noche oscura
porque sin tus ojos en ella no existe luz alguna
que me pueda devolver un atisbo, un reflejo de esperanza
y no deje nunca de verse sobre la laguna de mi corazón
esa imagen adorada que ensueño en mis amargos desvelos
cuando lo blanco se vuelve negro y la vida torna triste.
Mi alma que te suspira, mi cuerpo que te siente aun a solas
mis sentidos que añoran tus besos resbalando por los rincones
en suave caricia encendida por mis ansias de tu abrazo
tan anhelado por mi cuerpo que lo grita a medianoche,
y su eco no me trae respuesta, sólo eterno vacío y silencio
mientras mi voz desea la tuya susurrando al oido intensamente
tu deseo de mí en palabras que nos arrebaten en pasión inacabable
atrapados entre pliegues de seda desatando primigenio instinto.
Empapados, rezumantes del elixir de vida que destila nuestra entrega
plena de provocación y del deseo incontrolable que nos invade
prendida por nuestra esencia en llama que consume nuestros ardores
recorriéndonos escalofrios al rozarnos encendiendo la chispa
alentando nuestros pálpitos, trazando estelas por espacios recónditos
ocultos al mundo exterior pero indagados por lenguas traviesas
que lúdicas juegan a ser piratas en busca de preciados tesoros
escondidos bajo la piel candente del otro a la luz de las estrellas
nuestra orilla bañada de luna, nuestras manos por siempre unidas...