Tus ojos golpeaban mi corazón cada
noche
mientras deseaba que tu tierna sonrisa
puediera
conciliar el sueño sobre mi cama
que trataba de cobijar tu alma
en ella.
Tus manos excitaban mi piel cada
momento
mientras anhelaba que tus suaves yemas
consiguieran trasladar mi persona al cielo
rebuscando
escondrijos en mi cuerpo.
Tus labios
humedecían los míos cada día
mientras amaba tu esencia con la
mía
aunándose según iban pasando los minutos
formando
un solo ser para la vida.
Tus
lágrimas entristecían mi mirada
mientras la iban empañando,
susurrando
una caricia melancólica al viento
que
atravesaba un corazón, el mío.
Tus huellas
marcaban el arenoso camino a seguir
mientras el triste mar las
borraba con las olas
pero una gaviota blanca volaba sobre
nosotros
mirándonos, pidiendo aquello que no pudimos dar...