La casa estaba vacía otra vez. Desnuda, sin mobiliario alguno, salvo las dos últimas cajas que faltaban por ser echadas en el furgón de la mudanza, devolvía cada paso, cada palabra pronunciada, cada sonido.
Eco-eco dije a las paredes con total desgana. Miré a mi alrededor. El lugar no parecía el mismo que hacía unas horas. Si antes me transmitía sensación de hogar, ahora no me transmitía nada en absoluto. Era como estar frente a frente con un hombre sin rostro.
Alguien vino por detrás y sus pasos se zambulleron en el piso como en un remolino.
Oye, ¿crees que podrías mover ese fantástico culo que Dios te ha dado y bajar esas cajas?
Me di la vuelta y vi a mi padre encharcado en sudor, con la camiseta oscurecida en la zona de las axilas y el pecho, y respirando como si todo el aire del mundo le fuera insuficiente.
No dije nada. Mi padre siempre tenía que sacar mi fantástico culo a relucir, y ya estaba algo cansado. Así que me limité a colocar una caja encima de la otra y a levantarlas a pulso. Pesaban lo suyo, pero al menos eran las últimas de treinta y cuatro. No es que las hubiera contado; ni falta que hacía, mi padre las había marcado numéricamente con un rotulador rojo y las habíamos bajado en orden. Él tiende a hacer ese tipo de cosas. Por eso es imposible complacerle jamás y siempre le encuentra pegas a todo. Nadie salvo él mismo puede estar en su mente para hacer las cosas justo como él quiere, pero tengo la sensación de que aún no se ha dado cuenta del detalle.
Salí al rellano y empecé a bajar las escaleras. Escuché el portazo y después el sonido de la llave al girar el cerrojo. Nos esperaban siete u ocho horas de viaje, unas cuantas más para instalarnos allá donde íbamos, y lo único en lo que era capaz de pensar era en cuánto tiempo pasaría hasta la próxima mudanza.
Me acerqué al furgón, eché a un lado el montón de trapos manchados de sangre y cargué las cajas. Después subimos a la cabina y dije adiós al pueblo mientras me colocaba el cinturón.
No íbamos a volver. Nunca lo hacíamos.
Ittai Manero, 27 de abril de 2009
Inquietante final que marca una despedida aut?ntica, aunque creo que en realidad en este caso, lo que hace es encubrir una huida constante. Me gusta mucho el relato corto, y me ha gustado mucho ese final.
"No ?bamos a volver. Nunca lo haciamos"
Un saludo Ittai!!