Todo lo que se ve existe. Puedo ver los ojos de mamá, pero no puedo ver los míos.
El bebé puede ver sus pequeñas manos, pero no puede verse a él.
Entonces, ¿de verdad existe?, ¿de verdad existo yo?, ¿de verdad existes tú?
estas son las preguntas que surgen en esos momentos trascendentales y, en casos particulares, en esas noches de insomnio en las que un ser como tú, un ser como yo, siente el poder sobrecogedor de la noche y de uno de sus miedos primitivos, la oscuridad, y con la oscuridad, el silencio, y con el silencio los pensamientos surgen, y entonces te das cuenta de que no eres más que un conjunto de miles de millones de átomos perfectamente organizados en una combinación única en el universo, en una pequeña zona (que quizá) también es única pero que es sólo una mota de polvo flotando en la inmensidad inconmensurable del universo. Y verás, tú que tienes la evolución suficiente para cuestionarse a sí mismo aún no tienes la capacidad de entender el por qué es capaz de cuestionarse.