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Cadena.

Wilfrido comía en la cafetería de su trabajo, era para él un martes hábil cualquiera.
Mientras conversaba con sus colegas, le sonó el teléfono.
Al ver quien hablaba suspiró y se disculpó un momento con sus compañeros pues se alejaría para contestar.
-Tenemos una salida para hoy.
Era la voz de Jim.
-No creo poder, mañana tengo trabajo y no puedo desvelarme.
-No será ningún desvelo, sólo iremos a un pequeño recital. Te presentaré a alguien que quiero que conozcas.
-¿Quién es, otro vagabundo con síndrome del savant?
-No. Y no te refieras a Joe en ese tono.
-¿Entonces quién es?
-Ya lo verás.
Jim le colgó y a los cinco minutos recibió un mensaje suyo: Pasa por mí a las 7.
Wilfrido volvió pensativo a la mesa donde estaba su comida.
Había pasado una semana desde que Jim le había contado que había podido ver la película de cadena de favores, cosa que alarmó a Wilfrido en el acto, y que también lo sorprendió, ya que aunque los padres de Jim fueran precavidos, Jim siempre podía burlarlos.
Las consecuencias de una película con un mensaje tan fácil de captar tuvieron como resultado lo que Wilfrido denomina Síndrome de Jim, que como ya se ha hablado, es la imitación de un personaje de alguna película que capte en demasía su atención.
El viernes pasado habían salido rumbo a un bar, y decidieron ir a uno al que nunca hubiesen entrado. En un momento de la noche Jim fue al baño, y tras un rato de no aparecer a Wilfrido le pareció que ya había tardado más de la cuenta. Lo buscó con la mirada entre las mesas y las masas de gente. Por fin lo vio sentado platicando con un sujeto en una mesa elevada. Wilfrido notó que Jim escuchaba atentamente al hombre, que no parecía tener más allá de treinta años, pero que su rostro reflejaba evidente aflicción. Wilfrido decidió no intervenir y continuó bebiendo unas cuantas copas más. Al poco rato Jim volvió y le dijo que quería irse. El trayecto al auto fue cabizbajo para Jim y desconcertante para Wilfrido, pero esperó hasta estar conduciendo.
-¿Qué pasó?
Jim suspiró.
-Buscaba a alguien a quien hacerle mi primer favor para que él hiciera lo mismo a otras tres personas, y le pregunté a Jovanny si podía ayudarlo en algo. Me contó una historia triste. Cuando él era pequeño sus padres que son de Alemania se vinieron a vivir para acá, y les gustó tanto aquí que jamás quisieron volver a su país. Pero hace unas semanas personas del gobierno fueron a casa de Jovanny a decirle que al momento de darle su pasaporte del país o suscribirlo, hubo un error en su registro, y que no aparece dentro del sistema o algo así. Yo al principio no pensé que la cosa fuera tan grave, una simple corrección y listo, pero me contó que le invalidaron todos sus estudios, incluyendo su título y cédula de doctor. Me dijo que prácticamente era una persona invisible, no identificada ante el país, y que por eso debían deportarlo a Alemania pues se estaban rompiendo leyes o algo por el estilo. Él está casado y con dos hijos, sin ninguna profesión pues no tiene como comprobar que es doctor. Me di cuenta que en un caso así, no puedo ayudarle.
Wilfrido escuchó atento, queriendo decir algo pero no podía, de verdad le pareció que la vida del sujeto estaba hecha mierda. Dejó a Jim en su casa y él se retiró a la suya.
Pasó por él puntual a las 7, ya se encontraba en las escaleras frente a la puerta como siempre.
-¿Y bien, tu amigo?
-Iremos por él, al hospital Starman.
-¿Al hospital?
-Sí, es un amigo que conocí cuando estaba en terapia; hoy es su día libre.
Wilfrido suspiró y para no discutir, puso rumbo hacia el hospital.
Llegando Jim se bajó del coche y le dijo que esperara allí, con el coche encendido. Wilfrido no encontraría ese comentario sospechoso hasta poco después. Tal vez un poco antes.
Vio a Jim dirigirse al coche con una persona en silla de ruedas. La imagen se volvía más inusual al ver que la persona era un joven adolecente, de cabello lacio y largo, le llegaba hasta los hombros y los mechones tapaban gran parte de su cara. Jim andaba con un paso que no podría definirse como tranquilo o normal. Cuando llegó hacia el auto abrió la puerta trasera y cargó al muchacho hasta dejarlo en una posición cómoda. Compactó la silla de ruedas y le dijo a Wilfrido que abriera la cajuela, donde la depositó.
Wilfrido no habló hasta que Jim se metió al carro y le dijo que acelerara.
-Jim, ¿estamos haciendo algo ilegal?
Jim se palpó los bolsillos y sacó algo de unos.
-No, estoy haciendo un favor.
Le mostró a Wilfrido tres boletos para ver a Slayer en el parque Soldadora.
-Alex está como en un estado catatónico. Hace unos meses le quitaron un tumor de la cabeza. Su doctor me dijo que la operación había sido exitosa, y no sabían el por qué Alex estaba en tal estado, es como si le hubieran extirpado la parte del cerebro que hace que el cuerpo obedezca.
Wilfrido veía a Alex por el retrovisor, su mirada era vacía, perdida y fija hacia enfrente.
-Pero descubrí algo mientras estaba encerrado.
Jim sacó su teléfono celular. Lo manipuló un poco y empezó a sonar música. La canción era She Wolf, de Megadeth. Nada más empezar el riff Alex reaccionó.
-Gran canción amigo, gran canción. Hola, soy Alex, mucho gusto, Jim me ha contado mucho de ti.
Wilfrido casi hace que el coche gire sobre su eje al ver cambiar de manera abrupta la personalidad de Alex, antes callado y disfuncional, convirtiéndose en una persona totalmente normal.
-Sí, el gusto es mío -contestó temblando.
-Lo malo es esto -dijo Jim, y presionó el botón de pausa.
La música cesó, y con ella la personalidad de Alex, que volvió lentamente a su estado vegetativo, su sonrisa se fue perdiendo hasta dejar de nuevo un rostro triste e inexpresivo.
Wilfrido notó el punto al que Jim se refería.
-Su mente reacciona ante la música, reacciona tan bien que no es posible pensar que tiene algún problema -comentó Wilfrido en voz baja mientras continuaba conduciendo rumbo al parque Soldadora- ¿Y cuál es tu plan?
-Alex me contaba en sus momentos de lucidez que era un gran fan de los recitales de metal, que no podía esperar a salir del hospital para asistir a uno. Tengo la impresión de que si lo dejamos mucho tiempo expuesto a la música que le gusta, a sentir el ambiente que le gusta, puede que vuelva para siempre, y no necesite pequeñas dosis de música para ser él mismo.
Wilfrido pensó un poco en ello.
-Solo dime algo, ¿tendremos problemas por haberlo raptado?
-Solo yo, recuerda que tener deficiencias mentales tiene sus beneficios.
Cuando llegaron al show, tuvieron preferencia al entrar por venir con una persona en silla de ruedas, al igual que un espacio privilegiado para ver el concierto, justo frente al escenario.
-Espero que esto funcione, así él podrá ayudar a tres personas más.
Wilfrido tenía esperanzas pero era más realista. Pensaba que tal vez esto también mellaría en la autoestima de Jim, y lo llenaría de impotencia como en el bar con Jovanny.
Las luces se apagaron y Slayer salió a escena, comenzando con un muy fuerte y ruidoso Repentless.
Alex saltó de su silla, ahora le pertenecía al universo.


Jaquez17 de octubre de 2017

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