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El Señor de Los Olvidos 16 de agosto de 2013
por javieroscar
No recuerdo bien cuando comenzó todo, de seguro hace varios años, pero sinceramente no lo se. Lo increíble es que algo si recuerdo, todos me apodaban, tal vez de forma peyorativa el señor de los olvidos. ¿Y esto? ¿Cómo han llegado estos febriles pensamientos a mi mente?. Debe ser que me encuentro solo en este bar de mala muerte, sin saber siquiera a que he venido. Recuerdo haber topado con la puerta, con la mesa, con el pocillo, pero realmente no se que hago aquí. Sería aprovechable, al menos, reflexionar. Si mal no recuerdo, y de seguro recuerdo mal, la primera, tal vez segunda vez que olvide algo, no tenía mayor importancia emocional. Solo nimiedades de lo que yo consideraba simples despistes. Creo que fue el auto, si el auto, era noche cerrada y cerrado el paso de mí andar. No me alertó la larga caminata, ni el frió invernal, pero si me exasperó en demasía el hueco en el garaje donde debía encontrarse el vehiculo. Inevitablemente se suscitaron uno detrás de otro los insultos de mi santa mujer. La verdad tenía razón, me espetó en el rostro no solo la falta del automóvil, sino la perdida de la billetera en la semana, el olvido del perro en el parque, del cual aun no tenemos noticias y la falta de información del paradero de un pantalón de vestir azul, que además de insultos me ocasionó graves inconvenientes.
Años mas tarde los olvidos se fueron agravando, con solo mencionar el olvido de mi extinta suegra en la clínica de Quilmes, mas precisamente en la sala de diálisis, que en aquel entonces la llevaba semanalmente a eso de las tres de la tarde. Comencé a olvidar cosas trascendentales, olvide nombres (vale decir que pude subsanarlo con el famoso che, flaco, pibe, amigo, papá, etcétera, etcétera.) olvide a mi hijo en el colegio San José por largas horas e incluso olvide el cumpleaños de mi madre, con lo rica que ella hace la torta de chocolate. Las relaciones con el entorno y mas precisamente con mi familia empezaron a tensarse, la discusiones hogareñas aumentaban exponencialmente, mi salud mental empeoraba y no daba con la respuesta. El alzheimer y cualquier otra enfermedad neurofisiológica fueron descartadas. Visite analistas, psicólogos, psiquiatras, parasicólogos, brujos, chamanes y demás yerbas. He probado con tratamientos simples como charlas en diván y terapia en conjunto, he aumentado el rigor de los métodos, probé con electroshock, eh pasado por habitaciones quiméricas e incluso copias desgastadas de antiguos aquelarres. Nada. Nada, nada, nada. Y me preocupa, han comenzado a invadirme olvidos emocionales, he perdido el sentido de la amistad. Parientes lejanos ya ni levantan un brazo para saludarme, mis hermanos bañados en lágrimas han esperado en vano horas y horas una palabra de cariño. No sabía más que hacer, estaba cada vez peor, bueno lo sigo estando. En esos días me aferraba con la tenacidad de un león a los sentimientos que me unían a mi hijo y a mi esposa. Deseaba que el reloj se detenga. Que el tiempo no transcurra. Pero lo inevitable sabía que de un momento a otro iba a suceder. Y sucedió. Maldito el día en que esa neurona se apagó. Sucedió. Olvide amarla y luego quererla y de mi hijo ni noticias en este seco corazón.
Me siento desdichado, triste, oscuro. Solo. Vivo solo, estoy solo, veo correr el sol y la luna solo. Y debe ser por eso, aunque no puedo aseverarlo, por obvias razones, que he venido a este apestoso café. Porque estaría solo o por que hoy ni siquiera sé, si yo mismo me quiero.

4 Comentarios

Me ha gustado.
saludos

Antonio

16/08/13 02:08

Muchas Gracias Antonio. Procurare hacerte caso. Tal vez los extensos parrafos de Saramago hayan influido. No obstante en archivo WORD o PDF, la grafica es totalmente distinta.

Abrazo grande.

Javier.-

18/08/13 03:08

marchitas detalles sentís cada descripción, la verdad que da gusto poder leer tus textos

30/08/13 07:08

Siempre aprovecho cuando tengo que hacer largos viajes copiar textos para leeros. Me ha gustado.

09/09/13 01:09

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