TusTextos

Islamia

Recuerdo que papá abrió el periódico en la página incorrecta. Enseguida escuchamos siete toques concisos y fuertes en la puerta. Con la tranquilidad del que ha serruchado maderos, cerró el periódico, lo colocó sobre la mesa, nos dio un beso en la mejilla a mí y a mamá y salió a enfrentarse con su destino. El motor de la camioneta soltó su áspero canto, y papá se alejó de su familia.
Las manos me sudaban. Mamá lloraba y trataba de calmar su alma con una jarra de té. Las manos me sudaban y el apetito azoraba mis mares internos. ¡Qué importa el terror! Tomé el periódico que había permanecido impasible y salí corriendo hacia mi cuarto. No hubiera conocido los gritos que ocultaban sus páginas de no haberlo abierto:

“Tengo mucho frío”, “Es un lugar desolado”, son de las frases que más he escuchado en los últimos seis años. ¿Y qué puedo responder a aquello? ¿“El Sol se toma un descanso”? ¿“Ve a jugar con la nieve”? Es que de soles ya no conozco, y en lugar de nieve es el hielo quien recibe nuestros secos pasos. Este ha sido el resultado de una migración forzada. La política que mantuvo a nuestros países ocupados, cegó las manos de la adivina. Aún así lo vieron venir, sabían de aquel otro dios grandioso, pero pensaron que la lucha se mantendría en el Cielo. ¡Se equivocaron! Del cielo cayeron las esperanzas y explotaron delante de sus propias narices. De bárbaros los trataron, de asesinos, de enviados del diablo; ¿qué decir entonces de los ignorantes? Pusieron la mano sobre el libro equivocado, y juraron una promesa que no podían cumplir sin recordar la naturaleza de sus ambiciones. El sentimiento no brotaba detrás del hombre, sino el hombre se escondía detrás de la religión. Luego vinieron las guerras. Yo por ese entonces me encontraba en Moscú. Me creí protegido, seguro, escribí mis artículos, que no gustaron a ninguno de los dos dioses. A tiempo volé hacia el fin del mundo físico, porque el último castillo del mundo espiritual caía sobre aquel, destruyendo quizás por venganza, tal vez por las creencias, o puede que hayan despertado al monstruo de plumas y boca de cocodrilo. Los culpables se saben culpables, y es tarde para ellos el intentar huir. Los inocentes, un minúsculo porciento de los inocentes diría yo, nos encontramos en una base en el punto más sureño del planeta. Espero que los ríos demoren sus corrientes. Quedarían horrendas las frías esculturas teñidas de rojo.

Eduardo Galeano, “Islamia”, no.334, martes 30 de noviembre de 2021

¿Volveré a ver a papá?
Jorgito377715 de diciembre de 2015

Más de Jorgito3777

Chat