Del brillo infantil de su mirada
a la sensualidad de sus curvas.
Del feroz rugido de su enfado
al remanso del paso de las horas.
Del codazo que me anuncia el nuevo día
a la caricia que me lo termina.
Del carbón de su pelo
a la palidez de la palma de sus manos.
Adoro perderme en ese laberinto que ella es.
Pierdo la razón cuando me duermo
junto al manantial que son sus labios
y despierto con su despeinada sonrisa,
cuando su dulce inocencia desemboca
en la mas sensata de las corduras,
vertiendo mares de luz
en mis oscuras lagunas.
En el castillo de su abrazo
llevo prisionero 5500 dias
y pido que se extienda mi condena
hasta el último de los míos.
Reo voluntario de sus gestos,de su prisa,
de sus pasos,de su voz,
de su vientre y su cintura,
de su espalda.Reo entre sus huesos.
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