Nunca me dejaron ser. Mi padre no me entendió jamás y mi madre no soportaba la idea de tener que llevarle la contraria, de enfrentarse a él. El más mínimo atisbo de discusión la convertía en un ser anulado por la angustia hasta el punto de ahogarse en su propio miedo
Y mientras tanto, yo quería ser.
Así las cosas, crecí al margen de ambos; herido, incapacitado, como un inválido, impermeable a cualquier gota de apego familiar. Con los años, descubrí en la soledad a mi más leal compañera ante los ataques de histeria que me regalaron desde niño una y otra vez
Pero, yo quería ser.
Hoy, al final de la batalla, cuando la tormenta ha pasado, ahora que la victoria estaba en mis manos; no me quedan más ganas de ser, me he rendido, no recuerdo cómo se juega a luchar por los sueños. Ya me conformo, simplemente, con poder estar.
Creo que tu escrito da una lección de saber estar y en el fondo habla también de las ilusiones perdidas que nos llaman desde dentro.
Un gusto leerte.
Un saludo.