Nunca olvidaré la sonrisa de mi hermana Lidia cuando mamá le dio la noticia. En pocas semanas su mundo cambiaría radicalmente, dejaría de ser el centro de todo para convertirse en una responsable y perfecta hermana mayor. Pero aquella siniestra sonrisa me produjo tal pesadumbre, me dio tanto miedo que decidí cambiar de aires y nacer en otra familia; en una donde no tuviese que destronar a nadie, donde ningún otro ejemplar de ser humano pudiera sonreír de aquella manera.
Hoy, cuatro años después, mi mamá, con gran alegría, me ha dado una noticia. Una idea perversa ha cruzado mi mente infantil y no he podido evitar una sonrisa.
Bueno, como todos, tanto en tan poco. La fuente de tu inspiración es inagotable.
Un abrazo Juca.