Era nuestro sueño, pero jamás nos permitieron acercarnos a él; aún así nunca dejamos de soñar, ni un solo día. Juntos o separados siempre nos mantuvimos unidos, cogidos de la mano a veces, de los sentimientos siempre; envueltos en palabras, en suspiros, abrazándonos incluso cuando estábamos a miles de kilómetros de distancia. Hoy volveré a bañarme en sus recuerdos, me vestiré con sus cenizas y, desde la torre más alta del castillo en el que siempre soñamos vivir; mi viejo y ajado corazón, lleno de ella, despegará volando, por fin, hasta nuestro antiguo sueño de eternidad.