Comienzan a acumularse en la superficie del planeta unas sustancias pegajosas y malolientes que acaban contaminándolo todo. Son una especie de esputos nauseabundos cargados de mala baba que constituyen la mayor pandemia desde que la peste negra asolase Europa a lomos de las ratas. Nadie se libra, ricos y pobres, jóvenes y viejos, hombres y mujeres de todas las razas y nacionalidades están siendo diezmados por esta diabólica plaga que lo envenena todo. Como muertos vivientes, deambulan entre actos e imágenes dantescas; sordos, indiferentes, mirando siempre hacia otro lado, buscan una seguridad inexistente escupiendo a cada paso su propio miedo a tomar partido, a involucrarse demasiado.
Ciertamente, con la que está cayendo, no movemos en general una pestaña por cambiar las cosas en general. No hay quien nos mueva de lo que se ha venido llamar "zona de confort" aunque se nos esté quemando el trasero. Cierto es que la zozobra ha hecho que no queden pilares morales inamovibles a los que sujetarse y en los que no apoyarse para no sucumbir, ante heroicidades que inevitablemente te acaban engullendo.
Buen texto. Un saludo cordial.