La persona más importante de su vida se le abrazó al cuello. Enseguida notó el aleteo que nacía de sus labios diminutos haciéndole cosquillas en la oreja, y a la vez en el corazón. Una extraordinaria sonrisa comenzó a dibujarse en su boca. La nariz, asombrada, se agitó al sentir el hormigueo que, como un rayo de luna, acababa de recorrer todo su cuerpo en un estremecimiento infinito. Dos lágrimas, vestidas de alegría para la ocasión, paseaban ahora por su rostro. Su pequeña le hablaba por primera vez, y al oído, muy quedo, despacito, la había llamado ¡Mamá!