Hay un mar sin fin detrás de la ventana de mi celda. Un mar donde la lluvia lo moja todo con colores de agua y sal, donde una niebla finísima me susurra al oído y me humedece el corazón. Un mar en el que los árboles navegan frente a mis acantilados ofreciéndome sus brazos cargados de dulces trinos que me despiertan cada mañana. Un mar suave y tormentoso, ligero y profundo a la vez; un mar de luces y sombras donde naufrago, como un nuevo Ulises, entre mágicos cantos de sirena que me seducen y arrastran inexorablemente en busca de la libertad, de mi libertad.
Me ha gustado leer ese retazo tuyo de sensaciones, ese pálpito emocional que nos ofreces en esta ocasión.
Un abrazo.