Cuando éramos jóvenes queríamos crecer deprisa, cumplir sueños como años, mirar a la vida cara a cara, probarlo todo, vivir cada segundo como si se tratase del último. Bebíamos a tragos largos y profundos lo que solo debe saborearse, devorábamos nuestro futuro en un acto de canibalismo infantil, feroz y despiadado.
Hoy, sin embargo, reprimimos cada sentimiento, cada suspiro, cada mirada que nos devuelve un triste espejo; y agarrados de la mano, paseamos muy despacio y hablamos en silencio, con cuidado, temiendo despertar aquel pasado atronador, aquel incendio de risa y llanto que se agiganta con una brizna de viento.
Ayyy, cuánta razón tienes! Ese canibalismo infantil ...
Un texto que despierta recuerdos de épocas pasadas con tan pocas palabras ...
Chapeau.
Un gran abrazo