En un verde trigal
la consabida amapola
se emberrincha ella sola
con el vecino vertical.
¡Oye tú, el de arriba!
A más grandes menos luces,
mi gran belleza desluces
-absorta en su diatriba-
hierba fea y sin gracia.
Observa los mis colores,
la naturaleza de favores
me colmó y así me agracia.
Se balanceó la espiga
para la flor observar
y desde su alto lugar
sentenció: ¡tranquila amiga!
Tu hermosura es lucero
que a los ojos encandila,
mas sé discreta, ¡so lila!,
o acabarás en florero.
Yo soy humilde mas útil,
pan seré del labrador.
Tú fuera de mi verdor
languidecerás fútil.
Moraleja:
La virtud es deseable.
La belleza es pasajera
díganme donde viaja
para sentarme a su vera
por si se me pega una miaja.