Sobre las brumosas marismas
se cierne la aurora.
Los caños desaguan de prisa
por la marea urgidos.
Vuelan las gaviotas
sobre el pálido azul que se intensifica,
mientras de pino y mar
se impregnan los sentidos.
Solo el crujir
bajo mis pies de la pinocha,
rompe los sortilegios del amanecer
en el silencio prendidos.
Rojos arreboles desvisten
de oscuridad al horizonte
y un tibio sol de invierno calienta
mis miembros entumecidos.
Cruzo el puente de madera
y cerca una dorada salta,
dejando sobre el agua
círculos estremecidos.
Al fondo ese horizonte,
que se funde con el cielo.
Portal fulgente y arcano
de paraísos perdidos.