Se desgarran tus alas. Ya no hay vuelo,
burlón esboza el viento su sonrisa
y mientras rindes tu alma en voz sumisa,
clausurando sus puertas está el cielo.
Se disipa la luz. Ya en tu consuelo
crece una oscuridad, y se divisa
un rostro en llamas vivo en la repisa
que te invita a la muerte bajo el suelo.
Gozarás del sabor de tu caída;
un martirio de luz resplandeciente
para anhelo de causa arrepentida.
Tu imputada sentencia es inminente:
si superas la eterna arremetida
bien serás perdonado honradamente.