En las fauces voraces del te quiero
devoro cada beso que he ofrecido,
todo el querer en odio redimido
que supo amedrentar mi alma de acero.
Me supo alimentar tanto primero
con hambre de ternura en que he vivido
siendo el amor mi mayor bien temido
quien de infinito me arrojó hasta cero.
Pero dentro de mi ya es desperdicio
cada parte de ti, de nuestra historia
que inmola la pasión en sacrificio.
Y en el estómago de mi memoria
mi sentir ha aprendido un nuevo oficio:
ser odiado si amando no halla gloria.