Seiko 3000 - Capitulo 51 -
Próximo Continente: Balcania
Cuando el cuerpo se desplomo delante del 4x4, nadie de los presentes creyó que Salvador pudiera sobrevivir a aquella caÃda. Estaba humeante y fue su hermana la primera en recogerlo y acercarlo al coche. Estaba bien pero sus quemaduras habÃan reducido su ropa a la mÃnima expresión. Fue cuando estuvieron todos en el coche cuando Cassandra se fijo que el puente se venia abajo. Los tirantes de esa sección no aguantaban más la descompensación sufrida por el daño causado por el avión y su posterior explosión. Dio marcha atrás y giro 180º para seguir la marcha de frente. El puente se caÃa a sus espaldas y evitaba tener que subir una creciente pendiente, sÃntoma de la catástrofe que se les avecinaba. Roberto gritaba, implorándola más velocidad, Fran intentaba asistir a Salvador entre la tensión al igual que su hermana, al borde de la desesperación.
Al lÃmite, donde el puente volvÃa a tener un punto de apoyo en una gran arcada, se salvaron de caer al mar del Istmo.
Exasperados ladearon sus cabezas para vez como Salvador se reponÃa poco a poco de su golpe. Todos en el coche se alegraron y, por la emoción, Fran toco lo suficiente el freno del coche para que cediera hacia el inconmensurable abismo que se hallaba en la parte trasera del coche. Ni Roberto ni Cassandra pudieron evitar, que el 4x4 cayera a una altura de 50 metros al mar.
Ahora, nada era como antes. Los hermanos Aimier estaban juntos en la ensoñación pero un lugar muy diferente a cuantos hubieran visitado. Se hallaban en una especie de paraje inhóspito pero con fulgurantes corrientes en sus lÃmites. Una especie singular de tronco se alzaba, retorciéndose, hasta que su vista alcanzaba, más allá del cenit del cielo. Ambos hermanos estaban ataviados con togas sencillas y blancas. Iban descalzos pero no sentÃan nada en absoluto. Sólo veÃan que una forma muy conocida, avanzaba hacia ellos.
- ¿Estamos… Muertos? ¿Esperanza? – dijo Alcoida
- En absoluto… - enunció Esperanza. Sus bucles negros levitaban misteriosamente.
- ¿Entonces, qué hacemos aqu� – preguntó Salvador
- Os manifestasteis al mismo tiempo, de ahà que ahora os podáis ver. Y además, ha quedado demostrado que Salvador no solo es hábil con el arte de las armas de fuego ¿Verdad?
Nadie supo como contestar a esa certeza. Salvador se sintió avergonzado y bajo la cabeza. Su hermana, le imito. Esperanza sonrió, satisfecha.
- No se os puede ganar a sinceros y a humildes. Gea decidió bien a quien elegir.
- Espera, ¿Tú no eres Gea? – Salvador advirtió esta noticia
- Claro que no, soy una mensajera. Una servidora más.
- Pero, si te creÃmos. Pensábamos que eras la entidad del planetaÂ…
- Nunca os lo dije porque solo os causarÃa más quebraderos de cabeza de los que tenÃais sobre el terreno. ¿No es asÃ?
Salva y su hermana meditaron al unÃsono.
- De ser cierto, ¿nuestros parientes lo sabÃan?
- Claro, aunque sólo vuestro primer aimier, Karlos, fue quien realmente vio a Gea y ésta le eligió como su lÃder, defensor del planeta y velador de la justiciaÂ…
- ¿Pero sólo por esto estamos aqu� – pregunto, preocupada Alcoida
- Eso es decisión vuestra cuando os marchéis de aquÃ.
- ¿Cómo? – Y la pregunta quedo en el aire.
Salvador escupió bastante agua al recobrar la conciencia. Alcoida hizo lo mismo a unos metros detrás de él. Estaban sobre un suelo que se bamboleaba y, enseguida aparecieron Fran, Roberto y Cassandra.
- ¡Estáis vivos! ¿Cómo es posible? ¿Es que habéis resucitado? – dijo Fran.
- ¿Qué como? ¿Estábamos muertos? – Y la pregunta, volvió a quedarse en el aire.
HabÃan caÃdo más de 50 metros desde el puente, pero milagrosamente, el impacto no hirió a nadie. Fueros los Aimier los que se quedaron inconscientes tras el choque y parecÃa que hubieran manifestado una barrera, que impedÃa que el mar les llevase a sus profundidades. Los Aimier escucharon la historia por los labios de Cassandra, que habÃa resistido más horas al frÃo de la tarde en medio del océano habÃa causado que Fran y Roberto una terrible hipotermia. Diviso, más tarde, un barco cerca de ellos. Antes de que el barco llegase a ellos, la barrera se deshizo pero el coche siguió flotando gracias al aire acumulado dentro del 4x4. AsÃ, aquel barco de pasajeros les recogió y les atendió el medico que llevaban a bordo.
Fran y Roberto se recuperaron pronto con mantas y algo de comida caliente. Pero certifico la muerte de Salvador y de Alcoida. Estuvieron los 30 minutos, que habÃan pasado entre el diagnóstico hasta que les oyeron escupir y renquear en un camarote contiguo al suyo, más tristes de lo que se podrÃan imaginar los dos Aimier
- Espera – dijo Salvador, deteniendo a Fran, derecho a tener unas palabras con el médico – Antes de que le digamos que hemos “resucitado”, hagámosle creer que de verdad estamos “muertos”.
- ¿Por qué? Si se ha confundido al alertarnos de algo tan grave como que os habéis muerto ¡Debe pagar cara su mentira!
- ¿Alguien le dijo que éramos Aimier? – pregunto Alcoida
Cassandra fue la que agacho la cabeza y desvió la mirada.
- No puede serÂ… - Salvador la miraba entre enojado y asombrado
- Pensaba que eran de confianzaÂ… Pero, perdonadmeÂ…
Alcoida tenÃa una mirada distinta que la de su hermano, más tierna. Volvió la cara a su hermano, que no cabÃa en sà de su asombro.
- Supongamos que haya ido al puente para comunicar a los ustules o a cualquier otro y no tarde en venir. Será mejor que aguardemos la travesÃa hasta su destino como dos fiambres. ¿Dónde atracara primero el barco?
- En Halaria, Balcania – dijo Roberto – Estamos a menos de un dÃa de allÃ.
- Pues sin más que hablar. Nosotros limpiaremos estos charcos. Vosotros volver, seguir igual que consternados que antes.
Fran y Roberto Asintieron. Cassandra habÃa empezado a llorar.
- Yo… No quiero… Quiero seguir pensando que estás vivo… perdona… Perdóname por lo de antes. No se cómo puedo…. Cómo podré recompensártelo… Lo siento…
- Cassandra – dijo Salvador cuando los demás chicos abandonaron el camarote. – Escúchame. Si quieres compensarme por tu fallo, será mejor que siguas este consejo. Cuando atraquemos, decirles que nos queréis enterrar aquà asà que os dejaran sacar los cuerpos y, cuando se piren, seguiremos juntos ¿Vale?
Cassandra asintió con la cabeza, llena de temor. ¿Y si les descubrieran?
- Necesito tu palabra – dijo Salvador apoyándose sobre sus hombros.
- Vale, te lo prometo. Nos veremos en Halaria.
Y, despidiéndose de Alcoida, cerró la puerta y echo el candado. Salvador se giro y vio a Alcoida algo extraña. ParecÃa aguantar algo incómodo.
- Se me olvido… Decirles que me dejasen ir al baño. Estoy a punto de reventar
Salvador puso cara de circunstancia y no sabrÃa reaccionar en las 10 horas que les aguardaba de travesÃa como dos “muertos” vivientes.
DÃa 14 de marzo. Son las 15:40 de la tarde de la zona horaria de Vialetaria (1 hora menos que en Ramber) y el buque “DelfÃn II” habÃa atracado con 10 minutos de atraso sobre la hora prevista. Los cadáveres de los dos náufragos se donaron a sus parientes que quisieron permanecer en Halaria por voluntad de los fallecidos e incinerarles en la ciudad. Al partir el barco y asegurándose de que el doctor del barco se habÃa quedado en él, los hermanos Aimier descorrieron las cremalleras de las bolsas en los que les habÃan metido y una alteradÃsima Alcoida fue derecha a los baños del almacén donde aguardaban a salir sin que nadie les viera.
Salvador suspiro, aliviado y frotándose el brazo izquierdo.
- No os podéis imaginaros cómo se pone mi hermana cuando tiene que ir al baño.
Alcoida se habÃa apretado tanto que Salvador tenÃa el brazo completamente rojo. Cassandra se ruborizo. No volverÃa a echar el candado a ninguna puerta a esos dos.