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Los Rizos de mi Jardin

Aquella tarde esperaban, con ansia demasía, el camión que traería las cuatrocientas dosis de crece-pelo.
El pueblo tenía en los últimos años una alta tasa de hombres calvos, es más, durante los últimos años también las mujeres comenzaban a tener el mismo problema. A cien metros de la peluquería un fuerte estruendo se escuchó a las siete menos cuarto. El camión cisterna que traía las esperadas cuatrocientas dosis volcaba esparciendo el apreciado líquido. El asfalto, las aceras y los jardines se bebieron literalmente el maravilloso crece-pelo. Los ahorros de un pueblo tirados, nunca mejor dicho, por los suelos. A la mañana siguiente, poco después de que los primeros rayos de sol bañaran las calles, los jardines víctimas del accidente habían cambiado. Un césped totalmente quemado daba lugar horas más tarde a una abundante capa de pelo. Cuanto más se cortaba con el cortacésped más rápido crecía y día a día se extendía, efecto de una extraña polinización, a los demás jardines. En una semana todas las zonas verdes del pueblo se habían convertido en raros jardines de pelo color castaño. Tras comprobar que era inútil intentar deshacer este entuerto, cada ciudadano comenzó a cuidar su peculiar jardín. Verónica lo teñía de negro y dejaba largas coletas a ambos lados de su acera. Matilde y Paco lo alisaban para que su perro Sony pudiera correr con mayor facilidad. Virginia hacía trenzas de setos a los lados de la entrada principal y adornaba con bolas de colores las puntas y, en mi caso particular, le practicaba una bonita permanente a mi pequeño jardín. Resultaban especialmente curiosos los rizos de mi jardín. Días más tarde y, sin saber porqué, todos despertamos con un hermoso césped verde sobre nuestra cabeza, después nos salieron flores y la maleza se asomaba, en casi todos los ancianos, por los agujeros de las orejas. Éramos macetas andantes que paseábamos exhibiendo sobre nuestras cabezas el privilegio que la madre naturaleza nos había otorgado. Ahora curiosamente me gusta salir también en los días oscuros de lluvia, unas gotas que son oro para mis verdes cabellos.

Kikeelduende22 de febrero de 2011

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