A veces nos ilusionamos, y mucho. Pensamos que algo se puede recuperar simplemente soplando el polvo con el fin de que se valla todo eso que fué malo en su día.
Pero no es tan fácil. El polvo vuelve, siempre aparece, de la nada. Es curioso, apenas se ve, apenas se nota, apenas molesta, pero en cuanto te entrá en los ojos el escozor es inmenso.
Y entoncés, es cuando te das cuenta que por muchas veces que soples, que aunque soples 100 veces, seguirá apareciendo. Que ese polvo no va a desaparecer y si, siempre molesta tarde o temprano.
Y después de todo esto, piensas: "tengo dos opciones; o convivo con el polvo, o dejo el polvo de lado y no soplo para quitarlo."
¡Ay! ese polvo que tan poco se ve, que no huele, que apenas se nota, que es tan pequeño, que difícil puede llegar a ser quitarlo para siempre, de una vez por todas.