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En la Celda

Esto es un experimento narrativo, en el que el guión se va improvisando sobre la marcha (con algunos retoques posteriores). Empleo un lenguaje poco elaborado, directo y usando la primera persona del presente.

En la celda

Estoy solo en casa. Vivo solo. Es un piso, un décimo, situado el edificio en el centro de la ciudad. Ahora mismo estoy en el salón mirando las cortinas entre abiertas de las grandes ventanas que dan a la calle. Es de noche, el reloj del reproductor de DVD marca las 3:15 a.m. No hay ruidos en casa puesto que la tele está apagada, y no tengo música puesta. La luz del salón es ligeramente amarillenta, dando un toque cálido al mismo. Me quedo por unos instantes mirando el trozo de ciudad que se ve entre las cortinas desde aquí, apenas distingo unos cuantos edificios gracias a las luces que vienen de las ventanas de los pisos.

Yo, desde mi salón debo estar emitiendo también un puntito de luz, visible desde el otro edificio, el que está justo enfrente del mío. Me pregunto si habrá alguien por ahí igual que yo, sin saber qué hacer, en medio de la noche, quizás observando también un trozo de la ciudad.

Me acerco más a la ventana, sin abrir las cortinas, simplemente dejándolas como están, encajo mi cabeza en el trocito de ventana destapado por las cortinas y pego mi nariz al cristal, desde aquí tengo una perspectiva muy amplia de la ciudad.

Trato de ver si desde uno de esos puntos del edificio de enfrente hay alguien como yo, observando, pero no distingo nada de primeras…, pero ahora si puedo ver a alguien. Veo una sombra, una silueta, alguien debe estar también mirando por la ventana, quizás no puede dormir, o espera a alguien. No distingo si es hombre o mujer, eso ya me resulta imposible.

En mi cuarto, en la parte de arriba del armario tengo unos prismáticos, quizás si los cojo pueda distinguir perfectamente el sexo de esa persona, voy a cogerlos.

Voy a ir a mi cuarto. Primero miro la puerta abierta del salón, que da al pasillo que me conducirá a mi cuarto. Observo que como la única luz encendida de mi casa es la del salón, el pasillo luce así muy oscuro. Salgo del salón. Ahora recorro el pasillo hacia mi cuarto pero un leve susurro alcanza de pronto mis oídos. Sinceramente eso me ha asustado bastante, es como si no estuviera sólo en casa por un instante, pero debe haber sido mi imaginación. Voy a paso un poco más ligero hacia el final del pasillo y enciendo rápido la luz de mi cuarto, aún con un escalofrío en la nuca.

Miro al ahora ligeramente iluminado pasillo, por la combinación de las luces del salón y mi cuarto, y al no ver nada extraño me tranquilizo un poco, aunque no del todo, porque me pregunto de dónde vendría ese susurro, ¿habrá sido mi imaginación?, ¿qué dijo exactamente esa voz?, o más aún, ¿era una voz?, bueno, no importa, da igual.

Miro mi cuarto. Veo al fondo el armario, me acerco a el y sin problemas palpo en la parte de arriba. Noto al tacto el estuche negro de los prismáticos. Lo cojo, saco los prismáticos. La verdad es que lucen bien, no son de una calidad especial pero si hacen bien su trabajo, eran de mi padre y los conservo yo ahora.

Hace mucho tiempo que no llamo a mis padres ni los veo.

Creo que desde que vivo solo me he vuelto algo paranoico, quizás por eso escuché el susurro, de hecho no es la primera vez que me pasa, puede que necesite compañía, pero no, estando solo estoy más tranquilo, aunque me aburro un poco, quizás por eso no puedo dormir en noches como esta.

Me dirijo al salón con los prismáticos colgando del cuello, antes apago la luz de mi cuarto y cruzo el pasillo deseando no escuchar nada raro esta vez.

Llego al salón sin problemas, me acerco a la ventana y una ligera excitación divertida me sale de dentro cuando pienso en descubrir el aspecto de quien esté en la ventana de enfrente, aunque quizás ya no hay nadie.

Ahora estoy mirando sin los prismáticos, buscando alguna silueta en una ventana, para ver si está la persona de antes, y si, ahí sigue parece.

Me coloco en los ojos los prismáticos y miro, puedo ver las ventanas a buen tamaño y distinguir algunos objetos de las casas de enfrente según la ventana que mire.

Acabo de apuntar bien a la ventana en la que había una silueta, pero no hay nadie en ella, parece que justo cuando iba a mirar se ha ido esa persona, pero puedo ver parte de su salón, también es su ventana del salón.

Es extraño, puedo ver al fondo de la escena, al fondo de su salón, una televisión plana, grande, de estas de plasma, esta apagada, pero se ve el reflejo de una mujer sentada en algún sillón que debe estar junto a la ventana, ¿qué hace a estas horas mirando una tele apagada?, supongo que la encenderá en breve.

La mujer no la distingo bien a través del reflejo de la pantalla de plasma, pero quizás es joven.

Espero unos instantes, es algo inquietante, no se mueve, y no enciende la tele.

De pronto, acaba de encenderse la tele, describiré lo que veo en la tele, quizás una película.

Bueno, lo que veo es una escena bastante estática, no sé en qué canal estarán dando esa película, o lo que quiera que sea, pero se trata de un joven, que está mirando por una ventana, se le ve de espaldas… espera, ¡¿qué?!, espera, esto no puede ser… en la tele, este individuo está mirando por una ventana, utilizando unos prismáticos, y el joven lleva una camiseta del mismo color que la mía.

El corazón me late muy rápido ahora, ante la horrible sensación de que el que espía no soy yo, sino que yo estoy siendo espiado, y además con una cámara en mi casa, si no me equivoco debe estar instalada en mi salón, y me está enfocado ahora mismo la espalda.

Pero tengo que hacer un movimiento para comprobar que lo veo igual en la televisión del edificio de enfrente… esto no puede estar pasando.

Con mucho agobio y casi con miedo de saber el resultado de mi experimento, muevo el brazo derecho sin dejar de mirar por los prismáticos, y si, si, mierda, en la tele también se ha producido el mismo movimiento.

Me dejo caer asustado al suelo de mi salón, caigo de culo, suelto los prismáticos en el suelo y al dejar de mirar al piso de enfrente me siento más refugiado, sin embargo un instante después me doy cuenta que debe estar mirándome esa mujer a través de la cámara, con la cara de susto que debo tener, y me horrorizo más, así que salgo corriendo de mi salón al pasillo.

Ahora me siento lejos del objetivo de la cámara del salón, esté donde esté instalada, sin embargo otro sentimiento horrible me asalta, ¿y si hay más cámaras por toda la casa?, ¿y si el susurro de antes, aquí en el pasillo…?

¡Podrían haber micrófonos, o altavoces incluso!, pero qué está pasando…

Decido salir corriendo de mi casa, aún en calzoncillos de los largos y mi camiseta, pues en la parte de abajo no tenía otra ropa que esa, a denunciar lo ocurrido o pedir auxilio.

Pienso en meterme en el ascensor para bajar los diez pisos, pero me resulta bastante espantoso, pues la idea de poder ser vigilado también en el ascensor, o de quedarme encerrado en este estado de ansiedad, me supera, así pues enciendo la luz de las escaleras, pero cuando voy a cerrar la puerta me doy cuenta de que no llevo las llaves encima.

Dejo la puerta entre abierta y salgo corriendo a mi cuarto, cruzo veloz el pasillo oscuro, busco las llaves, por suerte están donde siempre, en la mesita de noche, las cojo y salgo de mi casa corriendo, sin apagar la luz del salón.

Ahora si cierro la puerta y salgo sin freno escaleras abajo.

Bajo al piso 9.
Bajo al piso 8.
Bajo al piso 7.

Uno tras uno voy bajando los pisos, pero empiezo a agotarme de bajar corriendo.
Sólo acompaña al ruido de mi respiración agitada el traqueteo del reloj que controla cuánto tiempo estará la luz de la escalera encendida, pues se apaga sola al cabo de unos instantes.

Ahora estoy en el piso 6 justo bajando los últimos escalones y torciendo hacia la escalera del piso 5.

La luz de la escalera acaba de apagarse. Pero puedo continuar bajando sin problemas.

Estoy a punto de llegar al piso 4.

¡Plaf!

…

Acabo de caerme al suelo.

No me ha pasado nada, sólo un rasguño en la pierna izquierda y un poco torcida la muñeca pero nada que me impida seguir bajando. Esto cada vez va peor, ahora me encuentro algo dolorido en el suelo del cuarto piso, en calzoncillos y en medio de la oscuridad, con el miedo de haber sido espiado desde a saber cuánto tiempo en mi propia casa.

Me levanto del suelo pero algo me interrumpe. Un rayo de luz cada vez más amplio va iluminando el suelo del piso, parece que una puerta se abre justo a mi lado.

Un vecino abre su puerta preguntándose que es ese ruido. Debía pasar en ese momento cerca de su puerta de casa, ¿es que en esta ciudad nadie duerme a estas horas?

Es un señor gordo, calvo, sale en pijama, me mira con cara de sorprendido.

Señor - ¿Qué hace ahí?, ¿necesita ayuda?
Yo – ¡Creo que me espían!
Señor - ¿Pero qué dice usted hombre, cómo que le espían?
Yo - ¡Si!, estaba en mi salón, miré con unos prismáticos, ¡mire al piso de enfrente!, y, y…
Señor – Espera, cálmese, entre si quiere a casa.
Yo - …

El señor me ofrece una mano para levantarme, le doy la mano y me pongo en pie, aun muy nervioso, y nos disponemos a entrar en su piso, primero me deja pasar, luego el cierra la puerta tras de mí.

Nos dirigimos a su salón.

Señor – Bueno, siéntate, me presento, me llamo Benjamín.

Me siento.

Yo – Hola, yo Lucas.
Benjamín – Empecemos desde el principio, ¿dice usted que le espían?

Me quedo unos instantes observando a Benjamín, como decía es gordo, anda en ropa de cama a estas horas, cosa normal, y en zapatillas. Se encuentra hundido en un sillón marrón claro, junto al que hay un cubo azul de fregar, medio lleno de agua, lo cual no deja de llamarme la atención por lo desubicado del objeto. Benjamín está mirándome con cara extrañada. Me incomoda ligeramente pues me mira de cuando en cuando a los calzoncillos, pero por otra parte la lamentable imagen que presento no es para menor sorpresa. Me pregunto porqué me habrá dejado entrar en su casa tan fácilmente, otros vecinos casi me mirarían con desprecio antes que abrirme a estas horas su puerta, es algo que empiezo a agradecerle a Benjamín.

Benjamín - ¿Me oye usted?

Yo – Bueno, estaba en mi casa, de pronto miré por la ventana del salón, hacia los pisos de enfrente, y vi que había alguna persona asomada a la ventana. Quise distinguirla mejor y fui a por unos prismáticos.

Benjamín – No debería andar haciendo esas cosas, está prohibido usar un prismático de esa manera, ¿tanto le interesaba mirar?

Yo – No sé, estaba aburrido, quizás me siento solo últimamente.

Benjamín – Bueno, le entiendo. Continúe por favor…

Yo – Después ocurrió algo, por lo cual me encuentro muy aturdido, casi aún no me lo creo. Cuando me puse a mirar a aquella ventana, primero no vi a nadie, luego observe la estancia en busca de la persona que vi sin los prismáticos y me llamo la atención un televisor de plasma, apagado, orientado hacia la ventana, de modo que se podía ver bien desde la mía con ayuda de los prismáticos.

Benjamín me mira muy atento, parece disfrutar con la historia, hago una pausa, continuo.

Yo – Luego de unos instantes, pude ver el reflejo de una mujer en el televisor apagado, imagino que la primera persona que vi asomada a la ventana sin los prismáticos, y después de unos quince segundos encendió el televisor.

Benjamín – Aha, ¿y qué pudo pasar?, no entiendo cómo de todo esto concluyes que estás siendo espiado si el único que parece espiar aquí eres tú.

Yo - ¡Escuche por dios!, le digo que… lo que intento decirle es que lo que vi en esa tele, ¡era mi propio salón!

Benjamín comienza a copiarme el color de mi cara, que debe ser pálido también, aunque su color curiosamente se torna de pálido a rojizo por momentos.

Benjamín – Vaya…, pues sí que… ¿no se confundiría usted con un salón similar?

Yo – No, me vi a mi mismo de espaldas, en mi propia ventana, y cuando hice un movimiento con el brazo, a propósito, pude ver que coincidía en aquel televisor.

Gracias a este señor ya me encuentro algo más calmado, pero me horroriza volver a mi casa.

Benjamín - ¿Sabe usted una cosa?

Yo – No, ¿qué pasa?

Benjamín – Acompáñeme afuera un momento.

Ahora me pregunto qué tendrá que enseñarme este buen hombre.
Salimos los dos afuera, a la escalera.

Benjamín - ¿Dónde se cayó antes?

Miro unos instantes la zona de la escalera en la que tropecé.

Yo – Justo ahí, ¿por qué?

Benjamín - ¿Pues sabes una cosita muy graciosa?

… ¡!

De pronto Benjamín ha pasado de tratarme de usted a tutearme, y además esta pregunta me resulta bastante fuera de contexto. ¿Acaso se divierte con esto?

Yo - ¿Qué, hombre, qué pasa?

Benjamín – Encenderé la luz, mira los escalones.

Espero a que encienda.
Ya ha encendido la luz, miro los escalones, pero no veo nada raro.

Benjamín - ¿No ves que brillan?

Miro mejor y me doy cuenta de que sí. Parecen estar mojados, ¿me caí por un resbalón quizás?, joder.

Benjamín – ¿Ya lo entiendes verdad?, jajajaja.

Yo – Joder, no tiene gracia, si usted ha limpiado recientemente la escalera, ha provocado que me estampara contra el suelo.

Una risa horrible, como de depravado, parece salirle desde su honda barriga a Benjamín, por unos instantes he creído que ha limpiado el la escalera hace poco y no se ha secado y que por eso resbalé, pero joder, me estoy asustando de nuevo, este tío parece haber maquinado algo o quiere hacer algo.

Benjamín – No pongas esa cara. No puedo dejarte ir a la calle, ni avisar a la policía, evidentemente cortarías mi rollito casero e iría a la cárcel quizás, al menos lo último que te he visto hacer en tu casa ha sido en calzoncillos.

No puedo dar crédito a lo que oigo, empiezo a pensar que estoy delirando… me siento como en trance, este continúa hablando.

Benjamín - Me gustan los chicos jóvenes Lucas, yo contraté a esa mujer para que instalara en tu casa esas cámaras, siempre has sido mi vecinito predilecto, jajajaja, te llevo observando desde hace muchos días, por supuesto incluido esta última hora.

Pero como puede ser… no me lo creo…

Yo – Eres… un ¡hijo! de ¡¡¡putaaaa!!!...

Benjamín se lanza sobre mí con un cuchillo que no sabía que guardaba en el bolsillo de su pantalón de pijama.

Benjamín – Y ahora, ¡muere cariñooooo!

Yo - ¡¡¡Aaaaahhhhh!!!

Acabo de gritar mientras comienzo a correr escalera abajo. El grito viene de una mezcla de terror, repugnancia y del hecho de que el gordo gay me ha alcanzado con su cuchillo en la espalda, rajando mi camiseta y parte de mi espalda, pero no siento dolor.

Corro escalera abajo, un piso tras otro, por fortuna el gordo apenas sigue mi histérico ritmo, que más que bajar parece que voy dando saltos hacia abajo.

Ya estoy en el bajo, intento abrir la puerta, lo consigo.

Salgo corriendo casi en pelotas por la calle. Noto muy empapada la espalda, quizás el corte fue mas profundo de lo que pensaba, pero no puedo sentir dolor debido a la euforia de la situación.

Yo - ¡¡Me persigue un gordo loco!! ¡quiere matarme!

Por desgracia, no hay nadie en la calle, nadie, nadie, absolutamente nadie, todo está vacío, pero por dios, ¿cómo puede ser esto?

Corro unos minutos por la calle, ni un ruido salvo mi respiración agitada y la horrenda risa desencajada del gordo que me persigue aún.

Sigo corriendo… el problema es que cada vez veo peor, escucho peor, me siento peor.
Miro hacia atrás. Sigue ahí, sigo corriendo.

Yo - ¡AAAAAAAAAA!

Yo - ¡AAAAAAAAAAAAAAAA!

Empiezo a recobrar los sentidos, o al menos escucho mejor.

Yo - ¡NOOO POOR FAVOOOOOOOOOOR!

…

Ahora escucho mis propios gritos con más claridad que nunca, y mucho más fuertes que antes, y continuo, recobro los sentidos completamente.

Yo - ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

…

Un preso - ¡Haced que se calle ese hijo de perra!
Otro preso - ¡Eso, joder!

Callo al instante…

Oigo golpes en los barrotes de las celdas. Mierda, ya viene el guardia. Ya está aquí.

Guardia – ¡Escúchame saco de mierda!, no sé qué diablos estabas imaginando esta vez pero tampoco es real, así que cállate la puta boca, ¡¿entendido?!, ¡NO, ES, REAL!

Me pongo a gemir. El Guardia parece murmurar algo mientras se va.

Guardia – Así me gusta gordo. Qué escoria…

El guardia se ha ido. En mi celda, vuelvo a estar tranquilo, recordando tiempos más divertidos. Me gusta ponerme en el papel de mis antiguas víctimas, pues aquí encarcelado los días pasan con lentitud y no tengo divertimentos.

Yo – Jujuju, que dulce despedida tuvimos, ¿verdad Lucas?

FIN
Lasker03 de septiembre de 2009

5 Comentarios

  • Keitaro

    Curiosa historia... Me gusta el giro dramatico del final. Te has ganado un fan

    03/09/09 05:09

  • Lasker

    Gracias!.

    La verdad es que no esperaba que le gustara a nadie. Si alguien quiere atacar sin piedad el texto, estaré muy complacido también. Sinceramente no invertí demasiado esfuerzo en escribirlo, pues párrafo a párrafo ni yo mismo sabía que iba a pasar, sino que lo improvisaba sobre la marcha, y tampoco decoré la narración nada.

    Un saludo colega.

    03/09/09 06:09

  • Keitaro

    La improvisación es un arte colega. Se usa en teatro y en muchas novelas. Aunque si bien es cierto, puede haber alguien que no le guste...

    Bienvenido a este mundillo!!

    03/09/09 06:09

  • Amanojakukaya6

    me gustò mucho, aunque me fije de que hay algunas cosas que xD estan como que medio mal escritas pero en general me encantò ademàs xD por lo visto, no dedicaste mucho tiempo xD hehe no me podìa imaginar xD lo que iba a suceder haha estuvo bueno ^^ me divertì mucho.. la verdad...
    bueno n.n leerè màs de ti , eso es seguro, cuidate y animo
    ^^ suerte!

    xD ( me imagine al L que esta en tu imagen para perfil xDDDDD hahahaa que el joven era L xD por eso me pareciò mas entretenido y divertido a la vez n.nU)

    04/09/09 06:09

  • Lasker

    Jaja, me alegro de que te gustara. Tengo que leeros también, después sacaré un rato supongo, y además sacar más tiempo para escribir más cosas, a ver si me atrevo jeje, quizás use otro estilo. Un saludo y gracias por comentar!.

    04/09/09 11:09

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