Era nuestro sueño escapar de allí.
La realidad era otra, yo cerraba los ojos para estar más centrada en la faena, aunque des de que tuve a mi hijo, era muy difícil no sufrir por él mientras trabajaba.
Con los ancianos no tenia miedo, asco si, pero me había acostumbrado a sus flácidas demandas.
Peor era con los jovenes, mucho más exigentes, desagradables y agresivos. En esos casos recurría a los somníferos para que no descubrieran a Sergey por sus llantos. Lo dormía en una blandita cama para perros y bien tapadito, lo dejaba a salvo...dentro del armario.
Tu texto es tan impactante que duele por lo injusto e inhumano.
Realidad o ficción, o realidad que supera la ficción.
Me gusta como lo has escrito, un abrazo Lasombra.