Agotado, inconcluso, perplejo. Desprevenido al compás de la máxima expresión del amor. Resumiendo la dulce comprensión de sentirse aislado en una caricia de tus dedos. Llueve y bajo un cielo raso escondo mi temor incomprendido. Tu fragancia rellena el aire impuro, el agua que renace a la deriva del Sol más resplandeciente cuenta historias de amor. No hay inspiración tal como recostarse en tus piernas suaves, exquisitas. Tal vez, tu ruta sea la mía o seas el recuerdo más preciado de mis reflexiones. Tal vez ya no pueda subsistir sin sonreírte.

Hoy llegaste, con tus uñas azul claro. El café de bienvenida se hizo esperar, se enfrió y durmió en el piso de madera que adorna mi habitación. La sensibilidad que me aterra dijo presente cuando caía el día y allí la incomprensión. Tu tacto, fiel aliado de la sutileza quebró por fin mi eterno deseo de encontrarte. Te abrigó mi tela favorita, vaya coincidencia, esa que algún día será tuya y descansará cuando el día oscurezca junto a tu piel.

Partiste, al terminar, para dejar mi pensar contemplando un futuro tan simple. No hay apuro tal que conquistar, no hay luces que apagar. Me encuentro aquí, personificando la realidad para entregártela atada a un moño rosa. Luces, voces y el tiempo sigue su rumbo. Ya estás lejos, aunque la pureza que dejas tras de ti hace que todo valga la pena. Ya estás lejos, aunque aquí sentado, contemplo tu regreso.

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