Corría sin rumbo. Sentía la voz, veía el olor. Acabé en la playa, delante del mar. El viento empezó a controlar mi cabello, extendiéndolo por toda la escena. Respiré profundamente, y relajé mi corazón por primera vez. Y lo escuché, escuché su voz, sus pensamientos. Conocí a mi inconsciente, que volaba por encima de aquel mar que tenía en frente de mí. Me asusté por sus intenciones finales, y aunque yo misma me negaba mi cuerpo reaccionó a sus órdenes, rechazando a mi razón. Nadé y nadé, hasta que solo era mi alma la que podía nadar.

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