En noches así, en que la calma pende sobre la ciudad casi como una penitencia incumplida y el hondo silencio ha cercado nuestras vidas con su cotidianidad insalvable, me abrazo a su cuerpo, muy cerca, y le susurro al oído hermosas promesas, como entonces. Procuncio las palabras con esa cadencia de deseo postergado y anhelante, con esa urgencia venida de la ineludible necesidad de la piel, inaguantable, y digo jamás, amor, por siempre, dulzura, locura, sólo tú, Dios... Y mientras me voy hundiendo en el ansiado placer alcanzado, me vuelvo sobre mí mismo y el silencio de la noche retorna con su manto de oscuridad, dejando sobre nuestros sudores el peso muerto de nuestras vidas ya olvidadas de sí mismas, y parece susurrar también, no palabras, una palabra, sólo una, como un eco que se repite hacia el infinito de aquel ritual inminente: mentira, mentira, mentira, mentira...
Parezco el cometa Haley (?se escribe as??), paso una vez cada no s? cu?nto. Pero paso, no me he olvidado de ustedes, amigos. El quehacer y la flojera a veces me agobia, qu? genial es la vida... Saludos.