Se cruzó en mi camino, no creo que sea casualidad. Me encontraba en un momento de debilidad y la honda soledad inundaba mi alma. Verde intensa su mirada, me aseguró, que tal vez, el sería distinto.
Le otorgué el privilegio de la duda, y esa misma noche me hizo suya. Compartimos nuestros pesares y con cada beso mis problemas se encogían hasta desaparecer.
Como dos niños jugamos a crear una historia, sabiendo que sería una sin final. Sin compromisos, fingíamos ser una pareja pero coincidimos en omitir apellidos. Titulamos como compañeros, pero nunca peleamos por algo mejor.
Podríamos haber triunfado, pudimos haberlo logrado
Pero no fuimos lo suficientemente valientes como para intentarlo, ninguno iba a arriesgar su felicidad cuando existía la posibilidad de que uno perdiera.
Nadie abandona su partida, para enseñar sus trucos al adversario. Nunca daríamos vueltas nuestras cartas porque es justamente eso lo que mantenía el juego, lo que aumentaba la pasión.
Tuvimos miedo de no ser lo suficientemente bueno para el otro y, cuando tuvimos la primera señal de que sentíamos, corrimos cada uno por su lado, aunque mi sombra nunca dejo de preguntar por la tuya.
Pero fue demasiado tarde, me importabas y el hecho de no admitirlo, delataba aun más el saber que ya te habías incrustado en mi.
Comenzó como un simple juego, pero en este no obtuve una revancha.
.-Los amantes son como la luna, los ves desaparecer por la mañana.-
Lucecita
Las historias entre amantes son tan intensas que difícilmente pueden ser borradas.