Una vez leí que, para escribir con el alma, uno tiene que estar muy enamorado o realmente dolido. Ojalá sus versos los encuentren, y no al igual que a mí, en la primera de estas posibilidades.
Me acostumbre a dormir junto a su piel, a sus caricias al despertar mientras juntos admirábamos la puesta del sol. Me acostumbre a escuchar sus historias, siempre interrumpidas por dulces besos. Me acostumbré a nuestro café después de un mal sueño. Me acostumbre a nuestros juegos de niños y a nuestras peleas de adultos. Me acostumbre a tenerlo junto a mí.
El problema de la costumbre es que cuando nos falta, el vacío es inmenso. El desconcierto y la soledad nos invaden y no encontramos el camino por el cual seguir.
Me refugio en mis propias palabras, porque estoy herida, desarmada. La luz de mis mañanas ya no parece ser tan brillante, mis escritos carecen de sentido y mi esperanza de a poco se apagó. Te pierdo y me estoy perdiendo a mi misma.
Tu saludo distante, tu mirada indiferente y tu sonrisa desvanecida, son señales de que me dejaste ir. Tus manos me soltaron. Sin embargo, cuando te veo mi corazón simula desprenderse para unirse al tuyo. ¿Qué fue lo que cambió?.
Al igual que a las huellas en la arena arrastradas y borradas por el mar, te fuiste para no regresar y tendré que aceptar tu partida.
Mi corazón esta frío, duele sentir.
Desacostumbrándome a ti, echándote de menos.
Te extraño, extraño-
...resbalas por los sentires y el texto llega...Yo añadiria además de esas dos amor/desamor...una decisiva : TIEMPO...hace que un poema madure.
Carlos