Se desploma en cruz sobre un soporte de cuero. Vaga, innecesario, por los participios de su postura. Sospecha una rigidez y un entierro. Insiste. Piensa. Intenta encontrar el arquetipo que lo explique. No halla fondo ni superficie, el sentir no anega ni drena, la mente derrama algo que no conduce a nada pero llega siempre.
Olor a fritura, voces chillonas. Asco.
Se desprende y se mira a sí mismo. Ve un historial apoltronado en una figura esquiva. No rinde excusas, no conforma, no vive ni termina de morir. El poder, ausente, se erige abyecto. Las ansias, vulnerables, se amilanan en los rincones. Los recuerdos, cautivos, patean adoquines.
Sol cansino, mugre en el haz de su reflejo. Hastío.
Aparece una idea. La asesina por grande, por inescrutable, por religiosa.
Cierra otra vez los ojos, corrige cenizas, las desaparece. Nada. Ahora hay nada.
Por fin un letargo.
Duerme.
Magnífico tu dominio, lleno de frases indecentemente ricas. Me quedé con él, pensándolo, como siempre, e intentando memorizar pequeñas partes que me parecen por sí solas un todo.