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Canciones para El Alma

"Elegir es renunciar,
renunciar es sufrir.
¿Por qué vivir sin soñar,
antes que, al soñar, morir?
¿Por qué no bailar aquí,
y renunciar a elegir atrás?
Escojo bailar por ti,
y escojo escoger sin más."

Un alma no es más que una sinfonía inacabada. Cada recuerdo, cada vivencia, cada fragmento de nuestra existencia colabora en su composición.

El dolor viene de esos momentos en los que el leitmotiv se estanca en las canciones inadecuadas, cuando el estímulo no es correspondido con las notas apropiadas, perdiéndose en engañosos arabescos. No es malo estar triste, dado que la tristeza es un sentimiento más sano y digno que muchos otros, como la envidia o la desidia.
Ni siquiera lo peor es el vacío becqueriano, no es tan traumático como cuentan el hecho de no albergar ninguna espina en lo más profundo de nuestro corazón. Sé de lo que hablo; el abismo ya sufre de conjuntivitis nietzscheana al devolverme la mirada.
El silencio solo es el proceso de escuchar lo inaudito.

Lo peor, lo indeseable, la auténtica maldición es escuchar una canción cuando no quieres.
La vibración de la maldita melodía que te desgarra y hace supurar la herida, mientras el miedo se cuela por ella e infecta tus ganas de levantarte de la cama, abrir la ventana de tu habitación y gritar a los cuatro vientos que estás preparado para lo que sea.
Para salir a la puta calle y esforzarte en pisar charcos mientras llueve sobre mojado.
Para cumplir años (y promesas) sin soplar (ni sostener) velas.
Para romper el nudo gordiano con la navaja de Ockham.
Todo eso oculta el miedo.
Todo eso hay que sanar.
En demasiadas ocasiones, no he encontrado mejor solución para escapar de los ponzoñosos riffs de canciones inapropiadas que taparme los oídos. Desgraciadamente, el alcohol transmite aún mejor el sonido que tus veintiún gramos de alma.

Solo cuando la tormenta pasa, y la gramola vuelve a revolucionar el disco, y la canción que suena es armónica y fluye por las venas de quien la escucha, solo entonces, te das cuenta que una canción terrible no estropea el conjunto de la obra.
Y puedes seguir adelante, e incluso escribir sobre ello. Quién sabe, quizá ayudes a un bienaventurado lector con tu interpretación de la vida. Pero no olvides nunca que la música con sangre se paga, porque ninguna revolución ha triunfado sin sacrificios.

Un alma no es más que una sinfonía inacabada.

De ti depende convertirla en un réquiem,
o en el cántico más inspirador de la Historia.

"El alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada".
Luko179126 de noviembre de 2014

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