Una España se moría,
otra jugaba al escondite
en la clandestinidad.
Se veía tan cercano el día,
de ser invitados al convite,
la fiesta de una oscuridad
perpetrada por algún militar,
que todo el mundo temía,
la vuelta al matar por matar...
Unos apostaban al rojo,
siempre ganaba el negro.
Tiempo de piratas cojos,
y de pensamientos maniqueos.
El pueblo quería oírte,
muerto estaba ya el vigía;
aunque acabaron por despedirte:
los idiotas que te desoían,
la vida terminó de malherirte;
¿por qué tuviste que irte,
centro de mi ideología?
Llegaste, procurador en Cortes,
siendo el hombre más honesto,
del que he leído en mi vida.
Nunca olvidaré tu aporte,
tu Transición ahora es esto,
vuelve, y resucita a esta España abatida.
Tú, verdadero soldado del rey,
renovaste una casa de gritos.
Contigo ni el pasado, ni la ley,
ni el mañana ni el ayer escritos.
Unidos bajo tu bandera,
libertarios con melancolía
por tu ahora blanca memoria.
No te olvidamos, de ninguna manera,
Cid del 29 de enero, el día
que supiste ganarte la gloria.
Caballero del ave dorado,
héroe de la democracia,
icono halagado por este golfo.
Presidente desamparado,
tenaz señor de la verbigracia,
amigo Suárez, de nombre Adolfo.
