Quiero y no quiero
que leas lo que escribo.
Quiero sin querer,
quiero sin motivo.
Quiero queriendo querer
que quieras lo que quiero.
Quiero antes de querer,
antes de que quieras
empezar de cero,
y sin querer me hieras,
queriendo dejarme fuera.
Quiero querer queriendo,
que quiera arder el fuego,
que quieras quererme luego;
y no quieres creer que
yo quiera querer tan lejos,
yo querer quiera tan viejo,
desde mi torno en el cielo,
hasta los pies de tu suelo.
Desde el pasado muerto,
hasta el destino incierto.
El ritual por mi herida,
que el fuego oficia,
siendo realeza elegida
de la astuta Fenicia.
Mi veta de oro ficticia.
Mi fénix de Montecarlo.
Sin atreverme a ignorarlo,
ni huir, ni volver, ni apagarlo.
Y quise querer así,
desde que quiero querer.
Y no quise querer así,
hasta que he querido querer.
No quiero querer quererte,
ni creo quererte querer.
Tan simple y complicado.
Tan bien y tan mal.
Tan duro, tan cansado.
Tan genio y figura, sin rival.
Tanta premura sin igual.
Tan muros empapelados,
tan golpes de Estado,
tan botones en el ojal.
Tan pájaros de Portugal.
Tan infierno en la tierra,
tantos desvelos por ella,
tanta poesía casual.
Y no sé que quieres tú.
Y no sé que quiero yo.
Querer seguro que no.
