Desnudemos lo que queda
de mi tenue esencia.
Que sea, please, sin dolor.
Mi piel es un manto de seda,
mis cabos sueltos, mi herencia.
Mi sangre ya no es icor.
Mis disculpas son las de un Rey.
Saben a marfil y sonrojo.
El humo vuelve a ser mi ley,
mis letras, simples rastrojos.
Mis garras las de un lobezno.
Tragaperras de un soldado,
juego a rojo, sale negro
blackjack hundido y malhablado.
MI torso viste mi casaca,
de la que cuelga una triste medalla.
Único testigo de la vida
que a todos nos avasalla.
Y servidor con la bebida,
que es otra de mis estacas.
Acecho a mi duquesa que calla.
Magneto en una atalaya
con doce ventanas opacas.
No camino si me quitas mis zapatos.
Tampoco puedo huir de mi error.
Me resigno, respeto y acato
todo lo que me dicta el camino.
Y mi cuerpo que es de prestado
cubre un tornado de emoción.
Que engaña, miente y no acaba
de escribir esta vendetta.
Que aún y así me reta
por herir a mi heredera de Saba
a ser un buen poeta
y calificarla de canción.
"Ya no juego en tu tablero, he roto nuestra baraja, solo diré que te quiero si es a punta de navaja".
