Pinta de color oscuro la vida que gozo a diario.
Llévame a un universo sin razón,
sin remordimiento, sin abecedarios.
Sin reglas que seguir o padecer,
ni noticias que cobren comisión,
sin la compasión del mal perder,
sin promesas, sin sorteos ante notario.
Bucea en el reverso de mi karma,
donde digan que no hay nada que ver.
Pon en la balanza mis 24 gramos
de locura, de dudas y de alma.
Construye un mecanismo de defensa.
Bebe de la fuente de la juventud.
Considérame una influencia perversa,
un diamante en bruto, una actitud,
dos ojos azules que diezman tu mirada,
un detective cazarrecompensas.
Una boca a tu cuello llamada,
y todo lo que nunca piensas
en una conversación ilimitada.
Decenas de textos escritos,
parapetados tras mi Armada Invencible.
El triste silencio de un grito,
y la existencia de un fantasma invisible.
El fuego contra la tierra,
la energía inagotable, y, por supuesto,
el último disparo de una guerra,
las ganas de echarte de menos
cuando nunca estás de más,
y el Chevrolet contra la presa
con esos viejos frenos,
que nunca llevaré a arreglar.
El hombre de las cicatrices,
la desheredada impaciencia,
un puñado de directrices,
estrella fugaz de tu esencia.
Tan cerca de ti justo ahora,
de ti, poderosa guerrera,
interesante seductora;
mientras el tiempo me quiera,
y no te conviertas en Pandora.
