El Diablo es la conciencia del Redentor.
No hay más adversario que uno mismo.
Ardo sincero, me encuentro perdido;
vivo escondido, ligero, alterno el amor
con sábanas desperdiciadas
en dormir.
Escupo asfalto por los estigmas
de mis pies abandonados al andar.
Llueven las ideas peregrinas
que secuestran las noches del mar.
Vergüenza en verso, ironía hiriente:
creer que soy débil
en un mundo carente de fuertes.
Y respiro, profundo,
aguardando...
No.
Un momento.
¿Qué es esto?
He despertado de un sueño
incauto y ciego de deseo.
Roto por dentro.
No consigo escribir nada decente.
¿Habéis intentado alguna vez violar vuestra poesía?
No es fácil.
No es fácil querer ser el espíritu del mundo que monta a caballo al despuntar el día
y solo obtener fútiles migajas de una falacia inconstante y emergente.
-Onomatopeya indefinida-
A veces mi vida es la chatarrería donde se escapan los elefantes que huyen de las telas de araña.
Batalla contra el ansiedamor,
palabras derrotadas al amparo de una tregua.
-Estertor-
Me obligo a rimar con ritmo apresurado
a pesar de saber a ciencia incierta
que soy tan preso de la poesía muerta
como libre estoy de la que me han robado.
-Últimas palabras-
Ni aconsejo al Redentor ni espero hacerlo
pues no tengo vocación de fugitivo.
Si acometo el exilio será sin miedo
con el espíritu ileso mas el orgullo herido.
