Pide por esa boca, sociedad de consumo;
que vendimiaré todos los fallos
de los que a veces yo presumo.
Yo, que soy como mi gente,
silencio el ruido, y no me callo,
e inhalo señales de humo,
cierro puertas de repente:
corazón que no ve, ojos que no sienten.
Arrojo la llave desde tu minarete.
Camino con la vista cabizbaja,
y el ánimo al nivel del naufragio.
Me hipoteco cual Fausto de Goethe,
con el futuro recuerdo que saja
las fusas de este obsceno adagio.
Omito referencias a mis presagios.
Conduzco hasta mi fin democrático,
juzgo la utopía sexual que frecuentas.
Experimento días atávicos,
infravaloraré lo que sientas,
o lo que digas sentir.
Tal parece que entre ambos,
yo soy el que teme el cambio
igual que tú deseando sufrir.
Me alejaré de la fragancia,
como un bandolero sin sustancia,
esperando la noche pasada.
Expuesto, en la vitrina,
de los héroes y sus heroínas,
sacando brillo a mi espada.
Cuando logre ser fuerte,
y aún gozando esa suerte,
no responda a tu llamada.
