Cuando solo estábamos tú y yo
y el orgasmo era nuestra religión,
y el olvido se olvidaba al instante
y te veía además de mirarte.
Allí donde no cabía ninguna duda
ni palabra ruda ni reproche barato,
donde la rabia duraba un rato
y llover era llorar a escondidas.
No te escondías de la vida
sino de jugártela por mí.
No duele tu ausencia en mis sueños
sino los desvelos por tu cicatriz.
Como una herida solapada
por la espada que el tiempo afila.
Creyendo reinar en la nada
que manda tu opresora monarquía.
Fue tal vez fuego que pisar descalzos
o viento desgastado del porvenir.
No sé qué cortó estos lazos,
solo sé que ya no soy así.
No duele que no estés en mis brazos
sino los trazos de tu cicatriz.
No duele que no estés a mi lado
sino cicatrizar que huyeras de aquí.
Que te vaya bonito, reina;
yo me largo sin ti.
precioso texto, lleno de melancolía y sensiblidad.
un gusto leerte.
saludos.