Un día cualquiera, me levanto.
Hay gente mejor, y peor que yo.
No sufren más si yo canto,
pero no siento orgullo de mi voz.
Diez mil inmortales gritan,
cuál es la mejor opción.
Uno sugiere amarla,
otro exige destrucción.
Soy libre de hacerles caso,
pero no de su insurrección.
Cualquiera me hace daño;
no tengo miedo a mi don,
sino a destruirme al usarlo.
[Un bosque se quema,
y no hago sino admirar
cada matiz de su llama.
Hay un mar de tormenta,
en el que un naufragio
es sinónimo de medalla.
Y lágrimas de estrella,
fugaces como este verso,
que la galaxia reclama].
Creo que somos esclavos.
El futuro es otra dimensión.
Entonces, ¿hay que escapar?
Soñar, quizá, con otra vida.
Libres de subir a la montaña.
Libres para comernos la boca.
¿Somos esclavos? No.
Quizá las horas son pocas,
y en ellas persigo musarañas.
Quiero ser libre de la herida,
libre por si me puedes curar.
Aún sueño con habitar Sión.
Empiezo aquí, y si aquí acabo
no tendré nada que lamentar.
Doy gracias al dios que fuere, por mi alma inconquistable.
Si mi mente ganara la pelea,
o el bosque ardiera sin remedio,
medallas colgaran de mi cuello,
o las estrellas dejasen la Tierra
¿iba yo a desearte menos,
si encarnas la Libertad primera?
Se hace camino al andar
Tú me prestaste ese libro,
ahora dame la mano,
y tal vez, como así escribo,
empecemos a caminar.
Pues somos libres de hacerlo,
que el camino se deja atrás.
