No hay libertad sin motor,
y sólo rodando tendré honor,
si he de jurar por algo en mi vida,
será por ese caballo sin bridas.
Siempre que viajo, cuando me voy
a lugares en los que nadie ha estado;
desde que la compré hasta hoy
de ella nunca me he separado.
Es mi dios de dos ruedas,
es mi gigante de hierro.
Es mi otra familia, mi motivación diaria,
mi auténtica princesa mercenaria.
Tormenta de gasolina ardiente,
arregladora de cuentas pendientes;
poco tengo que ofrecerte
excepto entregarte mi suerte.
Torbellino de marchas y manillar,
faro imparable que no deja de brillar.
No hay más palabras para alabarte,
poderosa joya de arte.
Que sean otros de ahora en adelante
los que admiren tu belleza primaria,
tu sed de rodar intolerante,
y tu flagrante historia legendaria.
Dedicado, a mi princesa mercenaria.
