Hace tiempo escuché una canción
que no contaba nada sobre leyendas.
Hace tiempo intenté escribir
una letra que me recordara a aquella.
Un reflejo fiel de la fiereza
del raudo jaguar
al convertirse en presa.
Mostrando a la justicia como un rayo
con el que inflamar
ajuares de alabastro y seda.
Hace tiempo que lo intenté
pero hace mucho más que renuncié
a intentarlo.
Lo que sí recuerdo
es como me olvidé
de quiénes eran ellas,
como se olvidaría
un dios de respetar fronteras.
Me olvidé del sonido de sus risas,
me olvidé del brillo de su mirada;
me olvidé para hacer sitio
a la memoria más canalla
que en derecho de asilo
se refugia bajo sus faldas,
en un alarde de estilo
y educación malgastada.
Me olvidé de su vida
empecinado solo en su alma.
En bailarles el agua
avivando las llamas,
claudicando al ritmo del compás
y de la regla del tres
aunque ahora,
solo soy uno
y solitario,
más cabal que libre
y más libre que acabado.
Me olvidé del dolor al recordar,
recordé que nunca aprendí a olvidarlo.
Hace tiempo que llegó el futuro
como llega un ladrón de corazones
a usurpar la abundante dote
de una hija pupila de casamenteras.
Y el futuro llegó para quedarse
más allá de quejas y querellas.
Aterrizó para deshacerse
de su traje corto de quimera.
Qué se yo, si para mí
ni el pasado es ya lo que era.
Hace tiempo que el futuro
se cubrió de gloria,
dejando en la estacada al adivino,
volviendo más loco al sabio,
y más sabio al descreído.
Hace tiempo que llegué a la brecha
donde establecí mi campamento base,
porque puede que no sepa vivir sin miedo
pero menos aún siendo un cobarde.
Hace tiempo que siento orgullo de mi pereza,
o tal vez solo pereza ante el orgullo.
Disciplinado satisfago al amor propio,
haciendo caso de consejos que no escucho.
Indefinido existo entre lo que debo ser y lo que soy
entre el tiempo
y el destiempo.
Eventual habito entre lo que sigo y lo que encuentro
más partidario de ser feliz
que de alcanzar el final del cuento,
donde aguarda una inefable perdiz
y, según Poe, debería haber un cuervo.
Advenedizo vivo entre el qué busco y el adónde voy
y ante todo, fogoso y furioso me enfrento,
a fuerza de quebrantos y de lamentos,
a los versos más injustos,
viles e iracundos,
fugados de mi yunque eterno.
Hace tiempo que los desterré.
Hace tiempo que los llevo dentro.
Lo pasado ha huido, lo que esperas está ausente, pero el presente es tuyo.
