Tres necesidades: estas son la sed,
el sueño, y el hambre que es mi dueño.
Cuando mi alma huye por mi cuello
amenazando con huir.
Y no hay dolor, así como no hay vivir,
que curiosamente arde mi cuerpo
como del desierto la arena,
y retumban mis oídos
por el tambor de Queronea.
Y mi yo que escupe icor
cual lluvia pluviosa y maciza,
con sus piernas (érase una vez)
rodeando la pirámide de Gizah.
Cuando el reino de Saba
fue invadido por desoladas hetairas
que vinieron a perturbar
la paz que nunca acaba.
Creo que estoy en la jungla,
good morning my Vietnam,
donde la suerte es tan ilusa
como el detective Strahm.
He de rescatar
a mi reina de las damas.
Mi luz americana, mi cata
de fresas con nata
cuando la salud y el exceso
a precio coste de un beso
se matan.
Escaparé de mi calle Desengaño,
que en este tórrido mayo,
turba mi búsqueda de la felicidad.
No soy ya un hombre,
soy una máquina,
saciaré cualquier necesidad.
A la manera de un esmerado platero
que jugando con la ley de su metal,
a trotes del puedo y no quiero
se esfuerza en no hacer nada mal.
