"Caminante no hay camino, se hace camino al andar".
Sin más dilación
comienzo de inmediato
a cantar mi canción
para entretenerme un rato.
Adoro tu linaje
cuando rompiendo tu paciencia
me arrebatas tu herencia
para mi último viaje.
Mi babor, mi estribor,
mi sur y mi nor;
mi brújula, mi astrolabio,
mi beso en tu boca.
Mi Maracaná carioca.
Mis cartas de navegación,
mi frío y mi calor.
Mi habano cubano,
mi nieve siberiana,
mi danza africana.
Mi tricolor de Irlanda,
mi destilería escocesa,
mi hermana francesa.
Mi geisha, mi clavel
y mi revolución portuguesa.
Cada paso por la vieja Europa.
Un camarote, un Camaro,
un veto a tu ropa,
Alejandría sin faro.
Mi tabasco, mi yantar sin medida.
Mi Canadá, la Ruta 66 y mi vida.
Mi Rin, Danubio y el Nilo,
mi Praga, mi parca, mi hilo.
Mi durmiente China.
Perversa Persia con su espina.
Donde al último mohicano
le dispararon en la sien.
Mi agnóstico Vaticano.
mi ignoto Jerusalén.
Mi Torre de Londres presa.
Búscame allí, duquesa.
O en el baile de Bailén
donde dos Españas
intentan llevarse bien;
y con más fuerza que maña
aún se están matando.
Y yo, nena, me quedo mirando.
Pero viajo porque te quiero,
y con tu nombre por sombrero,
me pasaré a tu bando,
y seguiré caminando.
