dolor
Una punzada de triste dolor le torturaba día y noche,
una sugestionable idea en el mar inexistente de su vida;
aún creía en el amor, en el ser humano, en el hombre, quizás en la humanidad.
Pero estaba sol@, con sus demonios, sus sombras, sus heridas.
Como en el rastro de una larga caminata, se levantó,
hundió sus ojos en las manos infructuosas que dejaron humedad y desazón.
Con el agua del mar se limpió, se refrescó ;
en ese instante último y letal, que le llevó al silencio perpetuo y final.