La locura ha envenenado mis noches,
ha mofado mi orgullo,
ha prestado una daga al deseo,
quien se ha disfrazado de olvido,
dándole muerte
y tomando sus vestiduras antes de que alcance a nacer.
Me ha sorprendido la luz
enseñándome la trampa
que me ha tendido el deseo,
rozando y besando
mi piel en desconsuelo,
cuando mis lágrimas
acariciaban su espalda.
Un amanecer duro. Las trampas del deseo.
Las lágrimas parecieran ser alimento de futuro.