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Un Respiro.

Un silencio recorre la estancia del piso que con su monstruosa hipoteca que ahoga a la pareja.
Han pasado tres días de malos ánimos, en los que los dos se han reprochado todo, se han dicho cosas que han herido el ánimo de los dos, a cual más herido, a cual más desanimado.
No quieren seguir juntos, todos los proyectos que tenían en mente al principio de su relación, proyectos de vida en pareja, casa, viajes, hijos, cenas, un futuro laboral digno y exuberante…Estos eran los sueños idealizados de ellos dos, dos a los que se les han truncado todas las expectativas que tenían, dos que se han profesado un amor enorme, un amor que el peso de la vida y el sordo pero agonizante transcurrir de la crisis de crisis les ha hecho mucho daño.
Se sienten como si estuvieran en un plano desértico, anclados ,doloridos en un mar gris oscuro donde un cristal grueso e indestructible los separa de una costa de arenas blancas con muchas plantas y un Sol cálido que inunda con su luz el paraíso al que no pueden acceder, por mucho que se empeñen.
Ahora están cansados, ella se enjuaga las lágrimas con una servilleta de papel, él intenta pensar en algo que les ayude pero no se le ocurre nada y ha optado por sentarse en una silla, con la cabeza casi entre las rodillas, afligido y atormentado.
La calumnia es como un viento helado y pérfido que realmente los ha agotado.
En la calle un carrito que vende helados de muchos sabores se ha parado debajo de su terraza y hace sonar una campanilla avisando de su presencia.
Un músico rumano toca el violín con una pasión digna de un maestro, toca una bonita pieza que inunda el piso.
Tras las nubes oscuras un tímido Sol estira sus dedos de luz junto a la ventana y se puede ver la luz en trazos.
Ella se asoma al balcón.
Ven, lo llama a él.
Él se reúne con ella y miran desde el tercer piso al carrito de los helados rodeado de niños y otras parejas, miran al músico y lo escuchan tocar, ven el Sol tímido medio asomando detrás de las nubes.
Ella con un mínimo que se hace grande por momentos, sonríe mostrando sin tapujos una gran sonrisa de enorme felicidad.
Él que también está viendo lo mismo que ella, sonríe, sonríe y sonríe…
Se miran el uno al otro y no saben muy bien porqué pero se ven felices y desde un pantalón mojado que hay colgado en un tendedero detrás de él, ella observa cómo un papel verde asoma de un bolsillo, un billete de cinco euros.
-No puedo justificarme he sido un idiota. (Dice él)
-Quizá no estaremos de acuerdo nunca, es inútil discutir puede que el mundo nos ha corrompido, pero pienso que tenemos que hacer frente a lo que venga. (Dice ella)
-Espero que la fuerzas no te abandonen nunca eres una mujer extraordinaria pero quizás debemos andar caminos separados, pero si te veo por la calle me acordaré de ti y de este momento y sonreiré. (Dice él)
Rozar lo imposible en un mundo posesivo… (Narrador)
-Eh mira cinco euros en tu pantalón, no somos tan pobres después de todo. (Dice ella)
Él sonríe mirándola a los ojos y sin decir nada bajan a la calle y se paran enfrente del carrito de los helados.
Un gato encima de la terraza se lame una pata, pero por algo que se le ha metido en el ojo o porque sin más lo ha hecho, manda un guiño al aire.
Fin.
Texto Manu Cueva.
Manucueva21 de abril de 2011

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