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El Castillo de Naipes, 4 Parte

- Ese con que te vimos charlando en la cafetería de la plaza – habló Omar – estabais leyendo unos papeles.

- Lo acababa de conocer, era un pesado que se sentó a mi lado...

- No seas mentirosa – la interrumpió Manuel con una sonrisa irónica – te hemos visto con él varias veces, no seas estúpida. Y dínoslo de una vez, o te arrepentirás.

Iván, no sabía que estaban buscando por esa parte que les había tocado. Él conocía las partes por las que su amiga le gustaba ir y este paisaje no poseía nada de lo que ella buscaba, era demasiado luminoso. Los rayos del sol se reflejaban en las diminutas gotas de agua que caían de cada hoja. Tampoco ayudaba que Isabel se quejase de cansancio, de tener los tobillos hinchados o quisiera sentarse cada poco ¿por qué entonces se ofreció voluntaria en vez de quedarse con Samuel? así lo único que hacía era retrasarlo, su paciencia tenía límite que, ya había pasado hacía un buen rato.

Los claros eran escasos en este trozo de bosque y más las grandes rocas pero, al parecer a la chica le soplaba la suerte de cara puesto que, las encontraba todas. Su rostro alternaba entre dos colores, en ese instante estaba pálido como la leche y en otros cogía el color verde, al principio pensaba que se trataba de la lógica preocupación por su amiga. Todos sabían que siempre iban juntas por lo tanto, no sería tan raro mas, la forma de agarrar descuidadamente la barriga le llamaba la atención.

- ¿Qué te pasa? ¿Te duele el estómago?

- ¡¿Eh?! – Ella estaba distraída y no le prestaba atención – sí, me duele un poco – intentó sonreír cuando, se le escapó un grito de dolor.

- ¿Qué te duele? – Su voz denotaba urgencia y sus ojos mostraban sorpresa, estuvo a su lado en menos de un segundo - ¿cómo te puedo ayudar?

- En nada – levantó la cara y, para aliviarlo, le dedicó una sonrisa – estoy bien, era solo una broma ¡je, je! – Iván dio la espalda a su amiga justo cuando esta había dicho bien, malhumorado no le gustaba que le tomaran el pelo. No vio los gestos de dolor e su cara.

- Entonces no me gastes bromas de mal gusto – dijo de mal humor - ¿quién se habrá creído que es? ¡Mira que gastarme una broma tan pesada! – masculló para sí mismo.

Hubo un ruido de caer un objeto pesado al suelo a su espalda pero, al estar enfadado no giró la cabeza para ver lo que lo había producido. Caminó un par de metros más pero, al no oírla decir ni palabra, ni el eco de sus pasos se preocupó y se volvió, esperando verla un poco apartada. Al no verla, se asustó, mirando por el camino que habían recorrido hasta la roca, sus ojos quedaron abiertos como platos y sus brazos le temblaban frente al espectáculo de ver a Isabel tirada en el suelo. La llamó a gritos de forma desesperada a la par que, la movía nerviosamente. No sabía que hacer, por unos momentos quedó en blanco después de lo cual, la colocó en la posición lateral de seguridad por si acaso. Moviendo su cuerpo como si fuera un bloque único, y con mucho cuidado por lo que le pudiera pasar.

Su cara era de color blanco, perlado por gotas de sudor que le surcaban el rostro. Mientras que, reiteradas muecas de dolor cambiaban su rostro, la respiración estaba alterada y el pulso lo tenía alterado, tal y como pudo comprobar su amigo. ¿Qué puedo hacer? se preguntaba una y otra vez, no parecía que pesara mucho pero, al no saber lo que la había hecho caer no se atrevía a tocarla mucho por las consecuencias, ¿ cómo la podría mover ? como mínimo tendrían que ser dos personas. O eso le habían dicho en los cursillos de primeros auxilios, para desplazar el cuerpo de la victima sin moverlo como un cuerpo rígido necesitaba a otra persona. Pero, ¿qué podía hacer? no se le ocurría nada y eso exacerbaba su miedo.

- ¡¡ Aaaarrgh!! – gritó Isabel, revolcándose por el suelo y aferrándose al estómago.

Con la velocidad de un pensamiento, se arrodilló a su lado dejándole el espacio necesario para respirar. Vaya espectáculo, las desgracias nunca vienen solas, ¿es qué no había bastante con que a Laura? ¡Mierda! exclamó para sí eso que le sale de la boca, ¿no es sangre?

Susana lo acompañó hasta la tienda de sus compañeras, que en un principio se mostraron reacias a prestar su ayuda. Más que nada porque, era una estupenda oportunidad para devolverles la putada que les había hecho. No obstante, al enterarse de que a la que buscaban era a una chica y que tanto la voz del chico reflejaba angustia y que no paraba de moverse de un lado al otro de la tienda. Acabaron de convencerlas de que no mentía y acto seguido, le pidieron una descripción detallada de Laura. Gracias a que el móvil de Andrés tenía cámara les enseñó una fotografía del grupo y les indicó quien era la chica que buscaban.

- ¿La habéis llamado al móvil? – sugirió María, pensando que era lo más lógico – es lo primero que yo hubiera hecho.

- No, lo había dejado en la tienda dentro del saco de dormir. – Contestó Andrés – Al salir a pasear, cosa que hacía siempre antes de dormir tenía la costumbre de dejarlo allí, decía que era para tener unos minutos de tranquilidad.

Formaron en abanico y entre todos, registraron en minutos el camping. No la vieron por ningún lado y como quedaba poco para la hora a la quedaron para encontrarse, fueron a comprar alguna cosa para picar y beber. Andrés se acercó sigilosamente a la tienda, para ver si su amigo se encontraba dentro, al distinguir su sombra y oír su respiración de forma acompasada. ¿Habrán tenido más suerte los demás? ¿Por qué había desaparecido Laura? estas y otras preguntas no lo dejaban en paz. Susana al ver la preocupación en sus ojos, eludió las miradas de sus amigas y por debajo de la mesa le agarró la mano entre las suyas para calmarlo.

Polvorientos rayos de luz se colaban entre los tablones que trataban de impedir la entrada de esta al sótano de la casa. En el cuarto habían tres personas, dos adultos que respiraban trabajosamente y una chica maniatada a una silla. Los muebles eran escasos, apenas quedaban rastros de lo que en otrora hubieran sido lujosos muebles, solo quedaba un escritorio con su silla a juego. Ambos tallados con una mezcla de cincel y fuego, los diseños se asemejaban a enredaderas, también tenían un armario con los cristales rotos y con polvo por el tiempo y desuso.

De los tres ella era quien tenía peor aspecto, su rostro estaba repleto de moratones y en las comisuras de su boca había sangre seca. Fue una noche larga pero, al final habían logrado la información que querían aunque, les costó mucho más de lo que pensaron en un principio. El juego del poli malo y poli bueno no dio resultado alguno, es más solo lograron que se riera de ellos porque de forma estúpida le revelaron sus nombres y sus rostros. La desesperación de Manuel le hizo dar el primer golpe, al que siguieron otro y otro hasta que la chica lo había dicho todo. Samuel no se lo pudo reprochar, él nunca hubiera resistido tanto le conmovía la lealtad que le demostró pero, ¿ por qué les había tenido que contar lo del diamante ? esa afirmación les hizo cambiar la expresión de su rostro, ¿ era asombro o rabia ? lo cierto es que todo este asunto, le producía muy mala espina.

- Ahora, nos queda sacar al descubierto a ese mocoso –comentó Manuel – Samuel se llama, ¿verdad?

- ¿Cómo lo haremos? – Peguntó Omar – ya sabes que no se encuentra reposando y que no podemos entrar allí.

- No hay nada más sencillo, ¿no tienes un equipo con impresora además de una cámara digital?

- Ya sé, como lo quieres hacer pero, ¿no crees que nos van a descubrir sin que hayamos hecho nada? piénsalo, tenemos que darle la foto y la nota.

- Tranquilízate, podemos mandarlo por fax y un aviso por megafonía, te aseguro que no nos descubrirán.

- Pero, de esa forma a la larga y sobre todo si van o interviene la policía, con el número del fax nos localizaran en un plis y nos desbaratarán todos los planes.

- No te inquietes, con unos pequeños apaños se puede colar la factura a otra persona y con eso el número que aparecería no sería el nuestro.

Los márgenes de las imágenes se deshilachaban haciéndese a cada segundo que pasaba más transparentes. Lo sucedido a su amiga, se mezclaba con sus sueños cada vez a más velocidad lo que, probablemente quería decir que pronto se vería libre de sus recuerdos y podría volver a la realidad. Y le quedaba tanto por hacer, que no se le ocurría ni siquiera como empezar.

Con una pequeña marca en la mejilla, Oscar hizo su aparición junto a Paula y para asombro de Andrés era el chico quien, no paraba de hablar. Ella por el contrario apenas lo miraba a la cara, esquivaba su mirada y no lo que más extraño de todo, no le contestaba. Con lo que le encantaba hablar, que no aprovechara para hacerlo pero, al ver a Andrés apartó la cabeza y se ruborizó. Las mirada de Susana se cruzó con la de su rival que, al ver que lo tenía cogido de la mano los miró con rabia y con lágrimas en los ojos, tras lo cual se alejó del grupo corriendo.

- ¡Paula, Paulaa! – gritó Andrés que salió corriendo tras esta - ¿qué te sucede? – El alcanzado, se colocó enfrente de él y mirándola a los ojos preguntó - ¿por qué marchas?

- ¡Porque no sé lo que quiero! – Exclamó de forma irónica – y si no me crees, pregunta a tu buen amigo Oscar.

- ¿Qué es lo que tengo que preguntar? – Cada vez entendía menos a las mujeres - ¿no me lo podrías decir tú?

- No, porque a ti no te puedo ver ni en pintura – se quedó mirándolo su reacción fijamente.

Disponía en contestarle de forma cortante, con el fin de dejarla fría con una buena réplica. Mas, su mirada hizo que se hiciera a un lado y ni se atreviera a dedicarle ni una palabra. Alzando la barbilla con orgullo, pasó a su lado mostrándole una indiferencia y arrogancia que le dejó, como si le hubieran echado un cubo de agua fría encima. Susana, se compadeció de él, al verlo cabizbajo se puso a su vera, le dio un beso en el espacio entre el papo y la boca. Pues, todas las miradas estaban puestas en la pareja.

- Déjame a mi, corazón – le susurró al oído – ahora mismo voy a hablar con ella y lo soluciono.

No tardaron ni cinco segundos en estar juntas, sus melenas se ondulaban a la vez. Desde la mesa donde estaban sentados, no escuchaban lo que se decían entre sí, solo se las veía sortear las tiendas y, ¿a dónde se dirigían? a saber de que hablarían.

La asonancia de las sirenas con su eco, les hacía compañía por las calles. En cada curva que el vehículo daba a toda velocidad, la inercia hacía que la camilla oscilara en todas direcciones a pesar de que estaba atada. Él se encontraba sentado a su lado, con una mano acariciando su frente, apartando de ella el flequillo que le tapaba los ojos, mientras que con la otra se sujetaba a la barandilla de la camilla. Era la primera vez que la ambulancia aparecía tan puntual, otras veces cuando la llamaban haciendo bromas se retrasaban. Habían tardado en creerlo, le preguntaron detalles hasta que ya no sabía que contestar pero, gracias a dios ya no quedaba mucho para entrar por urgencias. Isabel no se recuperó desde que se había desmayado, al principio se había quedado en blanco pero, reaccionó llamando con el móvil a los servicios sanitarios. Lo peor del caso era que no llevaba suelto y que la batería del móvil, que estaba en las ultimas, había terminado por agotarse. Dejándolos incomunicados del resto del grupo hasta que pudiera recargarla o que encontrase con una persona que, le prestara unas monedas para decirle a sus compañeros de acampada
donde se encontraban en esos momentos. Ya tenían suficiente con una desaparecida, como para que también los buscasen a ellos, la idea le hacía sonreír.

Tras cansarse de dar vueltas, explicando lo sucedido y pidiendo unas monedas para llamar por teléfono a alguno de los pocos móviles que se sabía de memoria, se sentó desalentado en la sala de espera de urgencias. La ATS que les atendió, al bajar de la ambulancia les comunicó que, en un minuto les tañarían los datos con más calma. Con de lo cual, salió de la cabina dejándolos solos, Iván se entretuvo con el reloj, no tardo en arrepentirse de ello. Las manecillas del minutero, se movían lentamente los minutos eran como horas, varios enfermeros entraron para coger gasas y otros utensilios médicos. Pero, sin prestarles ninguna atención, salvo para dedicar a la pareja una fría sonrisa y respondiendo con evasivas a las preguntas que les hizo el chico.

Al cabo de una hora y media estaba que se subía por las paredes ¿qué se creían? pero, si se supone que estaban en urgencias entonces, ¿por qué tardaban tanto en atenderles? luego se extrañaban de cuando los pacientes pegaban a sus médico. Mas, ¿qué diablos le pasaba a Isabel? se había caído hacía casi tres horas y no se acababa de recuperar, todo era demasiado raro. La cabeza no le paraba de dar vueltas a estas y a otras cuestiones, cuando una voz hizo que volviera de nuevo a la tierra irritado para contestar a trivialidades como el nombre, de su amiga y todos los datos correspondientes a ella. Tomó los datos, mencionó que dentro de un rato pasarían a por la paciente para realizarle varias pruebas y se fue.

De esto ya hacía un tiempo considerable, era una verdadera vergüenza ¿qué se creían? encima que ya los tenían esperando desde hacía un buen rato, pasaban olímpicamente de ellos a la comida ni siquiera le ofrecieron un triste café. Ni que a ellos se lo hicieran pagar luego, ¿tanto les costaba? vaya puta mierda, todo eran problemas. Y luego estaba, como no, el tema del móvil no le dejaban usar el teléfono que tenían detrás del mostrador de los enfermeros pues, según le dijeron sólo lo podían utilizar los empleados del hospital. Con los nervios a flor de piel y echando pestes por la boca, cogió un cigarro que con el mal humor que le poseía, casi lo rompió. Tampoco le funcionaba, el mechero con los nervios, la rabia hizo que lo tirara al suelo, con la fuerza necesaria para que explotase. Un hombre lo estaba observando desde que salió se apiadó del joven, le ofreció fuego y tras dejar que se desahogara, cosa que necesitaba, tanto o más que el cigarro le dio unas monedas para que llamara a sus amigos.

El bosque, no era demasiado espeso. Se notaba que por lo menos esa parte era transitada por bastante gente a diario, los caminos se encontraban desprovistos casi por completo de vestigios de césped sustituido por el polvo del barro seco y diminutas piedras. Al principio, estaban calladas, sentadas a pocos metros una de la otra. Susana se apoyaba en un canto rodado, mientras que Paula hacía lo mismo pero, en un tronco. El infinito les atraía más que expresar sus pensamientos pero, el tiempo apremiaba y Susana le había prometido a Andrés que lo solucionaría y eso era precisamente lo que se disponía a hacer. Lo único malo era que no sabía lo que tenía que había sido lo que la alteró, iba a resultar más difícil de lo que creía.

- ¿¡Por qué mi vida es esta mierda!? – Exclamó entre furiosa y desilusionada Paula - nunca consigo lo que deseo.

- ¿A qué te refieres con eso de que nunca consigues lo que deseas? – Haber a donde le llevaba esto – nadie lo consigue realmente, ¿sabes? y si lo hace descubre que eso no es lo que quería.

- Ya pero, permíteme hacerte una pregunta y después seguimos - Susana movió la cabeza aceptando – para ti, ¿ qué es lo más importante ?

- ¡Mmm! supongo que lo mismo que para todos, ser feliz.

- Es una buena respuesta – le concedió sonriendo – mas, no es lo que yo quería saber, ¿para ti importa más tener salud, dinero o amor?

- Pues, estoy dudando entre la salud y el dinero ¡je, je! así que fíjate.

- Yo elegiría el amor, para mi es lo más importante – la miró a los ojos - ¿no lo entiendes?

- La verdad es que no, para mí hay cosas mucho más importantes que eso, es algo que cambia demasiado y nocivo. Además, ¿si lo confías todo a esa carta y resulta que esa persona no te quiere como tú deseas?

- Imagina entonces, que cada una de los chicos que has querido te quita un trozo de tu alma, de tu corazón, de tu... – sus ojos despedían un reflejo que no era propio de ellos y su cuerpo era víctima de temblores de los pies a la cabeza – perdona, siempre pierdo el control – con el dorso de las manos se quitó varias lágrimas que apunto estaban de salir.

Aunque no la acababa de comprender, decidió abrazarla para aportarle un poco de cariño e intentar de esta forma, aliviarla algo. Parecía un gorrión tembloroso, cuyo pulso iba a cien por hora, seguía hablando entre lágrimas ya que, una vez que estas habían comenzado le era difícil parar. Le acariciaba la espalda y le tanteaba la cabeza, no sabía que más hacer para que se calmara y pudiera soltar todo lo que la estaba quemando por dentro, a fin de que se sintiera mejor.

- Siempre lo mismo – su voz estaba quebrada por el llanto y la desesperación - es como si se divirtiesen con ello, cada vez que más feliz soy más fuerte es el dolor y la perdida.

- Pero, tendrás amigos, que te ayuden a superar esos baches, ¿no? - ¿era por esto por lo que se encontraba así? – entonces, no te tendrías que sentir mal porque tienes a gente que te apoya en esos momentos y no tienes porque sentirte así, ¿verdad?

- ¿ Amigos? sí, que tengo pero, ¿de qué me valen cuando lo que necesito es que me den cariño? que en las horas en las que me siento una mierda me ayuden y que no me obliguen a ser hipócrita conmigo mismo, con ellos y sonreír, porque es lo que desean y lo único que aceptan, si no acaban tratándote como si fueras un niño pequeño, ¿ acaso, sus palabras de aliento sirven para sacarme de las depres ? no, vale para nada que te digan cosas como ya aparecerá alguien mejor o el tiempo todo lo cura, ¿ entiendes ?

- Pero, son todo frases hechas, no te das cuenta de que lo que demuestran es que les importas, por eso intentan darte ánimos. Y demostrarte que no estas solo que puedes contar con ellos, ¿no lo ves?

- Eso es lo que las deshace, el que sean frases hechas, se les quita el significado son frases muertas y sin su sentido de verdad. ¿Es que no ven que todo eso no me vale para nada? ¿Están ciegos o qué? – los puños temblaban de la rabia que le recorría el cuerpo – todo eso y mucho más ya nos lo decimos a nosotros mismos, lo que necesitamos es un hombro en el que dar rienda suelta a las lágrimas, un oído en el que verter lo que nos envenena (por muy repetitivos que seamos),...

- Yo no sé hacer eso que me pides, sin embargo intento consolarte, ¿lo tomas como un gesto vacio? – Paula negó con la cabeza, las lágrimas se deslizaban por las mejillas – ahora, ¿me puedes contar la razón por la que estas así, cuando hay una desaparecida?

- La verdad, es que fue por lo que me dijo Iván.

- ¿¡Eh!? – Se sorprendió Susana - ¿y qué tiene que ver ese tonto con todo esto? ¿A quién quieres y te ha rechazado?

- No, es el que me gusta, es otra persona y él me ayudó a comprenderlo – se puso roja como un tomate – pero, me estas haciendo cambiar de parecer, creo que nunca he estado tan sola como siempre he pensado. Supongo que eso lo sabes de sobra al estar rodeada de amigas, ¿no? – sonrió para darle las gracias.

- Esta vez eres tú la que se equivoca – sus ojos esquivaban la mirada escrutadora de Susana – yo no tengo amigas.

- ¿Me estas gastando una broma? – Los ojos de su contertuliana le demostró que nunca había hablado más en serio - ¿y las chicas con las que estabas? ¿No son tus amigas?

- Si estuvieras con ellas un solo día, comprenderías a que me refiero. Yo no las considero mis amigas, y dudo mucho que entre ellas, si fueran sinceras consigo mismas se reconocieran como tales. Créeme cuando te digo, que igual se asustarían de ver a su lado unas completas desconocidas.

- Pues, ¿qué quieres que te diga? no os acabo de entender, si alguien no es mi amigo no estoy con esa persona y menos me voy con ella de excursión.

- ¿Cómo te lo podría explicar? – Susana se rascaba su redondeada barbilla - ¡mmm! ¿Conoces el principio de los parásitos o de los organismos de plantas asociadas con los hongos? – al verla pillada especificó –ya sé que no es lo mismo pero, para lo que te quiero explicar sirven como ejemplo gráfico.

- Es como si me hubieras leído el pensamiento ¡ je, je, je !. Te iba a decir que eran asociaciones muy diferentes, las primeras se aprovechan del alimento que la planta produce sin reportarle a esta provecho alguno. Y en cuanto a la segunda, son asociaciones de plantas y hongos que se ayudan mutuamente. El hongo sacando, los nutrientes del subsuelo y la planta realizando la fotosíntesis, es una asociación perfecta. Por lo que, tienes razón no lo entiendo, son demasiado diferentes.

- Bueno, te lo explicaré más llanamente. En una amistad las dos partes sacan provecho de ella, normalmente pero, por un momento imagínate que estas en un grupo de gente que lo único que hace es estar juntos por estar. Imagínate pasar horas y horas sin que os dijerais nada, mirando por ejemplo un televisor como zombis.

- Los mandaría a la mierda y me buscaría amigos nuevos, la verdad.

- ¡Je, je! eso lo podrías hacer si en tu niñez no te hubieran pisoteado una y otra vez – intervino Susana –haciendo que asociaras estar con alguien a que te hicieran daño.

- ¡Ostras! – exclamó Paula – y yo acosándote con mis problemas, lo siento. Mi problema te parecerá, entonces una tontería, ¿no?

- No lo creas, las personas ven los problemas dependiendo de su óptica. Por lo que nunca podrás entender como sufren los demás, porque no puedes saber como siente o como hacen frente a sus temores. Yo intento ver cada problema desde cierto ángulo que me permite, por lo menos me acerco a la manera en la que lo sentirías.

- Volvamos, al tema de que tus amigas que no lo son, que ya nos desviamos bastante – la miró a los ojos – si no quieres no hace falta que sigas.

- ¿Hace falta? – Suspiró – es de lo más odioso pero, lo haré (aparte, poco queda por contar), da igual con quien este o donde ya que aunque me encuentre rodeado de gente, tengo la espantosa sensación de estar solo. Vienen a mi a contarme sus preocupaciones, cosas que no quieren o no desean que otros sepan, luego cuando me toca a mi desahogarme me quedo más sola que la una.

- Vaya, no me das envidia, la verdad – sonrió con dulzura – no tenemos mucho en común, solo el sufrimiento que nos dan los demás.

- Hay más cosas, por desgracia, que nos unen de las que tu te crees – se levantó y se acercó a Paula – por cierto, aun no me contaste lo que te dijo Iván y la causa de que te marcharas, de esa forma.

- ¿Qué cosas? – De repente se sentía incómoda y no comprendía la razón – me echó una bronca a causa de según él yo no sé a quien quiero de verdad.

- ¿A cuento de qué te echó la bronca? – sonrió, invitándola a continuar.

- Bueno, me riñó porque estaba con el monitor, cuando también...

- ¡Ah, creo que lo he visto! – Exclamó Susana – es ese chico de metro ochenta, de mirada interesante y que es un friqui. Es simpático, ¿no?

- La verdad es que lo es pero, para mi es guapo. La belleza está en los ojos del que mira, ¿no crees? - le hizo un guiño – Mas, eso no es al que mi corazón quiere.

- Me lo imaginaba, entonces ¿a quién quiere?

- Parece a quien quiero es a Andrés – no pudo sostener su mirada – por ello me marché como lo hice, no soportaba la idea de veros juntos. En ese momento lo entendí – aunque sea un sentimiento de amor odio, se confesó a sí misma.

- ¿Ves? ese es el verdadero nexo que nos une, – ante la mirada atónica de Paula, continuó – Andrés. Tú no sabes a quien quiere tu corazón mas, siente debilidad por él y para mi es la única persona que me ha hecho sentir que no estaba sola.

Samuel despertó entre jadeos, el cuerpo rígido como el acero, su frente y su cuerpo estaban cubiertos de sudor y le costó un rato, el orientarse. A causa del confusión entre los sueños y la realidad, a juzgar por la claridad del día juraría que, serían cerca de las once. ¿Qué sería lo que pensaban hacer Manuel y Omar para hacerlo salir a la luz? al final, no lo había averiguado. Ya han pasado unas horas desde lo que vi, por lo cual sea lo que sea ya la habrán puesto en funcionamiento.

Desde luego, lo que le dijo aquella mujer en el tren se estaba cumpliendo sólo que en vez de una divertida aventura, como había pensado al comienzo. Se estaba convirtiendo en una pesadilla demasiado real, le seguían doliendo casi todos los músculos del cuerpo. Apenas se podía mover sin que se le quejara alguno, vaya mala pata que tengo.

- Esas dos están tardando mucho – dijo Andrés a los demás mientras tomaba un trago de un vaso.

Las habían visto desaparecer por uno de los laterales de las tiendas. Todos las habían seguido con la vista preguntándose lo que se tendrían que decir. El sol ya brillaba entre la pequeña arboleda y los jóvenes se aburrían mortalmente, unos no paraban de bostezar, mientras que varias chicas estaban escondidas detrás de una revista riéndose a carcajadas de los ridículos artículos sobre ligar y de la moda de temporada que viene. De vez en cuando, de la tienda de Samuel salían ruidos Iván y Andrés estaban atentos a todo lo que saliera de ahí, por si tuvieran que ir corriendo a cualquier cosa. Hacía unos segundos que les parecía oir ruidos procedentes de la tienda pero, por si eran ronquidos y lo despertaban.

- ¿Quién le va a dar la noticia? – preguntó María, interrumpiendo el silencio que imperaba – de un momento despertará y no se lo podremos ocultar por mucho más tiempo, ¿no?

- Se la daré yo – se ofreció voluntario Iván – no va a ser nada fácil porque, aunque empezaban a salir estaban muy compenetrados – de esa manera me enteraré de una vez de cual es ese misterio que se traen entre manos.

- ¿Por qué te ofreces voluntario? – Preguntó Andrés, mirando a su amigo con desconfianza – hace poco que me enteré que te había gustado Laura y que te fastidió cuando empezaron a salir porque se te adelantó. Por lo que, no creo que hagas las cosas de forma tan desinteresada como aparenta.

- ¿Desde cuándo sabías que estaban juntos? yo lo descubrí, cuando los vi salir del bosque cogidos de la mano.

- Los demás ya sospechábamos algo la noche que desaparecieron juntos y nos dieron la escusa de que habían ido a investigar una casa abandonada – dijo sonriendo Andrés – se cortaban a la hora de tratarse y con demasiada educación.

- ¿Desde entonces? bien se dice que el más interesado es el último en enterarse.

- ¿De qué fuiste el último en enterarte, Iván? – le preguntó Paula que, acababa de incorporarse a la mesa.

- ¿¡Eh!? – Lo habían pillado por sorpresa - ¿ya estáis de vuelta?

- Sí pero, aún no me has contestado ¡ je, je ! – Siguió sonriendo - ¿ de qué fuiste el últimoooo ?

- De que Samuel y Laura están saliendo – contestó Andrés por este a la vez que Susana se volvía a cogerle la mano.

Andrés se preguntaba, como los demás, de que habrían hablado esas dos aunque, por supuesto ya lo averiguaría más tarde. Ahora, había otras cosas más urgentes que solucionar. Un asunto como la desaparición de Laura, lo tendría ocupado durante un tiempo, suspiró profundamente y mientras, su mirada se perdía entre las nubes Susana, se colgó de su brazo y entre lazó sus dedos con los suyos. Paula apenas, soportó verla de esa forma, la envidia hervía en su sangre de manera que apenas. Pero, se habían hecho una promesa y la tenía que cumplir, ¿cómo era?

Nunca tuvo una conversación tan abierta con nadie, al final se habían confesado la una a la otra. ¿Qué capricho del destino las había llevado a conocerse de esa manera? ¿No hubiera sido más fácil de otra manera? su mene regresó al último minuto de su conversación.

- Pero, no pienso renunciar a él – declaró Paula – por muy buena chica que seas, yo lo vi primero.

- No te iba a decir eso – continuó risueña – y luego te dicen que no sabes a quien quieres ¡je, je, je! perdona, se me escapó. Te propongo un trato.

- ¿Qué tipo de trato? – entre cerró los ojos, no se acaba de fiar de ella.

- Yo tampoco lo quiero dejar escapar, por lo que lo mejor será dejar que escoja él, ¿no crees?

- ¿Ese es el trato? – Comentó alzando las cejas - ¿que elija él? – Su nueva amiga asintió – pero, si Andrés nunca ha sabido decidirse por nada.

- Por esta vez le daremos la oportunidad de elegir por sí mismo, ¿ hay trato ? – le tendió la mano.

- ¡Mmm! pero, no hay que decirle nada del trato para no interferir en su opinión y jugar limpio – al ver que Susana aceptaba, cerraron el trato.

¡Mierda! Maldijo para sí misma, no han pasado ni treinta segundos y Susana ya estaba rompiendo el trato. Pues, que sepas que yo también puedo jugar sucio, pensó Paula mientras que, sus ojos brillaban llenos de furia, ya ajustarían cuentas con esa arpía. Había otros intereses, enredados con los suyos de forma extraña la historia del chico en la tienda y de la muchacha desaparecida. Era la desafortunada historia de amor de esos dos lo que los movía, aunque fuera de manera indirecta. Ahora lo más urgente, suponiendo, siempre que tuvieran prisa en contarle a ese muchacho que, no tenían ninguna noticia de Laura.

Cojeando y apoyándose donde podía salió de la tienda Samuel que, quedó asombrado por la multitud que se encontraba para recibirlo. Ellos se asustaron, a su vez porque parecía que no se podía sostener ni para dar un paso más. Al poner un pie fuera de la tienda se tasqueó y apenas, se cayó al suelo gracias a la inestimable ayuda de María. Los demás, se aproximaron a la carrera para acercarlo a la mesa, su aspecto dejaba mucho que desear. Llevaba el pelo seco y desordenado, los ojos enrojecidos, la piel pálida y en su frente brillaban las últimas gotas de sudor que, hacían que sus mechones se pegasen entre sí. Debo de dar una imagen realmente lamentable, pensó Samuel, o eso es lo que me dicen con la mirada. Se preocupaba de cual era la causa que me impulsa a salir del saco, menos mal que no pueden leer mi mente. Suspirando bajó la testa y cayó sobre el banco, estiró los brazos para disimular los temblores.

- ¿Alguien va a hablar? – Alzó la cabeza y continuó hablando - ¿quién va a ser el primero en decirme lo que sea de Laura?

- No sé como decírtelo pero, ... – la voz se quebró al mirar a los ojos de su amigo.

- ¿Qué me ibas a decir Iván? sigue, no te cortes – sus ojos reflejaban una tranquilidad que asustaba – lo quiero saber todo.

- Si él no se atreve lo haré yo – se adelantó Andrés liberándose del abrazo de Susana y de la mirada de Paula – desde anoche no tenemos ni idea de donde se encuentra.

- ¡Ajá! – exclamó Samuel.

- La hemos buscado por el camping y no encontramos ni rastro de ella – continuó Iván.

- ¡Ajá! – volvió a exclamar.

- ¿Vas a seguir diciendo ajá hasta que te mueras o vas a decir otra cosa de una vez? – Iván lo zarandeó en un intento de despertarlo, haciendo que su móvil saliera de uno de los bolsillos de Samuel, a la hierba.

- ¿Y de qué sirve que diga algo? – Dijo Samuel – no han pasado veinticuatro horas, por lo que no podemos avisar a la policía, ¿no? – Se encogió de hombros - ¿qué más puedo hacer?

María iba a intervenir en la discusión, la interrumpió un sonido estridente de móvil seguido de una potente luz. Se agachó, lo cogió y lo enseñó a los presentes para ver de quien era. Samuel lo reconoció en el acto, abrió el mensaje que había recibido con cierta ansiedad, sobre todo porque el número estaba oculto. Al mirarlo se le resbaló de las manos, la imagen que vieron durante unos segundos hizo que abrieran los ojos como platos, al quedar la imagen boca arriba.

- ¿Qué era eso? – la voz de María sonaba con miedo.

La voz se le quebró en la garganta, era mucho peor de lo que se había imaginado o visto. Si se dejaba llevar, las pocas fuerzas que le quedaban se evaporarían y quedaría como un muñeco de trapo. Pero, esa imagen le perseguiría toda la vida junto a una pregunta ¿por qué le tenían que pasar malas a las personas que más importantes para él? Era una verdadera vergüenza, lo que le habían echo ¿ como se habían atrevido ? esos estúpidos, se acordarían de él por más que le costase, empezaba a hacer planes con la forma de encontrarlos. Lo más difícil sería, como hacerlo siendo él solo, se metería en líos pero, de ahí a que alguien más lo hiera pasaba.

- ¿Qué es lo que pone? – Preguntó Paula, agachándose a recogerlo para mirarlo - ¡Ostras!

Era una foto a color un tanto peculiar pues, de fondo había un espejo con algo escrito. En primer plano se distinguía a Laura sujetada mediante cuerda a una silla de respaldo alto, la cabeza le descansaba sobre el pecho. Su caballera la llevaba una horquilla con la cual, se podía percibir los pequeños regueros de sangre por su tersa piel, resultante de las heridas causadas y un ojo morado. La camiseta de manga corta mostraba quemaduras y rotos por varias partes además, parecía que la habían arrastrado por el suelo porque se notaban las manchas de barro estaba. No había, casi una parte de su cuerpo que no estuviera marcado de rojo o violeta. El mensaje del espejo rezaba “ te atreviste a mirar al espejo, ahora la muerte ha rozado tu alma. Selene te llama a la fortaleza del tiempo como a un lobo solitario al plenilunio”.

Samuel no podía decirles todo lo que aparecía en sus sueños, le advertían porque, a saber lo que pensarían de él. Mas, la situación era peor de lo que sospechaba que se iba a encontrar, ¡mierda! exclamó mentalmente, ¿quién le habría mandado mezclarla en todo esto? si no le hubiera contado nada estaría a salvo en estos momentos, a su lado, se recriminaba una y otra vez.

- ¿No os parece que en la imagen hay algo raro? – comentó María, mirando la fotografía del móvil.

- ¿A qué te refieres, María? – era Susana quien lo sujetaba en ese momento, intentado ver algo llamativo en él – no veo nada raro, quitando lo que se ve.

- Pues eso es, precisamente lo que llama la atención.

- ¡Mmm! – miraba la imagen Andrés – la verdad es que hay algo que no cuadra, estoy de acuerdo con María pero, no lo veo.

- ¿Estáis ciegos? – Preguntó Cristina con una sutil sonrisa, al ver las expresiones de sus caras siguió – aunque hay un espejo en la foto y eso nos permite ver lo que hay delante de la chica, en ningún momento podemos ver al que saca la foto.

- Además, la forma en la que está escrito el mensaje – Paula tomó la palabra por primera vez – está hecho en una especie de código para que solo lo entendiera una determinada persona, ¿no creéis?

Tanto María como Susana se habían dado cuenta de cosas, que él no veía. La primera, denotaba que no eran principiantes, entre otras cosas porque además, de no salir en ella. Habían ocultado, como quien no hacía nada el número del remitente con lo cual, sabían que se cubrían las espaldas, quitando posibilidades de una denuncia en toda regla. Después estaba lo del mensaje que, citaba parte del que le había ayudado a encontrar los diamantes en el lago. Su mente trabajaba a marchas forzadas, rememorando los lugares en los que los podrían haber visto juntos y cuando, habrían descubierto.

El pasillo lo diseñaron para calmar a la gente de ahí los suaves colores de las paredes, las puertas y el suelo pero, desgraciadamente en estos momentos, nada de esto lo calmaba lo más mínimo. Se sentía como una fiera enjaulada. ¿Cuánto tiempo pensaban tenerlo esperando? Horas ¡maldita sea! si hacía horas que se encontraban ahí y nadie le informó desde que Miriam había bajado al quirófano. Lo único que le dijeron fue que era una operación rutinaria, sin casi ningún riesgo grave para la paciente. Ya habían subido a varios pacientes que bajaron tras ella no obstante, de su amiga no tenía noticias, nadie se dignaba a decirle nada.

Recordaba como habían reaccionado sus amigos con su llamada, la tensión y sus nervios parecían teñir la voz de Samuel. Y eso que pensaba que nunca vería tal estado en su amigo, sea lo que fuera que lo alterase de esta manera tendría que ver, lo más seguro con la chica desaparecida. Bueno, él tenía otras preocupaciones entre manos, ya era bastante con saber si Miriam se encontraba bien o no por lo que, las palabras de la conversación que había tenido con su amigo. Ya era al tercer enfermero al que interrogaba y el que no le respondía nada concreto, solo evasivas. Los nervios y la furia le carcomían por dentro, por lo cual al aparecer el cuarto lo arrinconó y casi lo levantó en volandas al agarrarlo por la pechera.

- ¿Cómo está Miriam? – una vena le palpitaba de forma peligrosa.

- ¿Quién es Miriam? – se limpió la saliva de la cara y lo apartó bruscamente de él.

- La chica de la habitación 315, - estaba rojo de contenerse - la de la “sencilla operación” bajó al quirófano hará unas dos horas.

- ¡Ah, sí! – Se rascó la barbilla de manera pensativa – la intervención en si era fácil pero, está en la sala de recuperación.

- Pero, si era tan fácil, ¿por qué esta en planta? – Intentaba contener su voz - ¿qué era lo que tenía?

- ¿No sabe lo que tenía? – lo miraba incrédulo, revolviendo entre los papeles hasta que encontró lo que buscaba – si quieres te lo digo pero, no sé si sería yo el más indicado para decírtelo.

- ¿Por qué? – su enojo daba paso a la incertidumbre - ¿ tan raro es ? ¿O es personal? yo solo sé lo que me dijeron tras las pruebas que, lo que tenía se sanaría con una pequeña intervención.

- Ni siquiera pensaste en las pruebas que le practicaron – dijo en voz alta afirmando más que preguntando – buenoo, no hace falta que pongas mala cara te lo explicaré todo.

- Al no ser un familiar ni su novio no me dejaron entrar a ver las pruebas, me dejaron afuera – se encogió de hombros y suspiró – cuéntame lo que pone en esas hojas.

- La chica estaba embarazada – esperó a que se recuperase de la sorpresa – pero, el embarazo era de los considerados de alto riesgo y el feto le causaba graves problemas de salud a la madre por lo que, se le tuvo que practicar un aborto.

- ¿Un aborto?

- ¿No sabes qué es? – Al verle negar con la cabeza, respiró hondo y continuó – no es extraño, en alguna que otra ocasión oímos nombrarlo por la televisión o en charlas pero, no nos atrevemos a preguntar, ¿no? Realmente suena mucho peor de lo que es, aunque tiene unos riesgos considerables dependiendo de la mujer. Se trata de hacer una herida en el útero con la cual el cuerpo expulsa al feto, como ves es un procedimiento realmente sencillo. Pero, hay un porcentaje de mujeres que sufren hemorragias por el procedimiento y la gran mayoría en unos días apenas se pueden mover.

- ¿Eso fue lo que le pasó? ¿Sufrió una hemorragia?

- Según su historial no, entró en el quirófano inconsciente y cuando la estaban colocando para la intervención, tuvo un despertar agresivo. Estaba tan tensa por la desorientación que le tuvieron que aplicar anestesia general para que se calmara.

- Entonces, ¿por qué no la subieron aún?

- Muy sencillo – sonrió por primera vez – porque primero tiene que despertar y después tiene recuperar aunque sea un poco, la movilidad de los dedos de los pies. Y después, tiene que echar el suero del cuerpo por lo que se tiene que quedar un poco hasta que por lo menos pueda caminar.

Apenas, oyó esto último debido a que en ese momento, se abrían las puertas del ascensor y un par de camilleros movían a Miriam hacia su cuarto. El enfermero le perdonó que no oyera, al ver su cara e angustia al correr al lado de su amiga. La chica estaba despertándose, al entrar Iván en su campo de visión lo reconoció y le apretó la mano con el fin de tranquilizarlo. Lo veía muy preocupado, parecía que había llorado ¿tan mal se encontraba? era el único que se estaba a su lado, nunca se habría imaginado encontrárselo en esas circunstancias.

Quería preguntarle que pasaba con los demás pero, la lengua no podía moverla bien. Apenas, si podía pronunciar palabras más allá del cuello de la camisa y el chico por más que lo intentaba, no la podía oír. Entró con ella a la habitación, quiso ayudar a trasladarla de la camilla a su cama pero, le dio corte al verla con el camisón que dejaba a la vista su ropa interior y gran parte de su cuerpo. Le daban vergüenza los pensamientos que, le pasaron fugazmente por la mente sacudió la cabeza en un intento de deshacerse de ellos ¿por qué le excitó tanto verla indefensa? ¿Acaso la deseaba de verdad o era el morbo de la situación?

- Tranquila, todo va bien – nunca se perdonaría esos pensamientos – ya estas mejor, preciosa – la abrazó para calmarla y de paso para a sí mismo – dentro de un par de horas, si puedes caminar estaremos de vuelta.

- ¿Qué pasó? – su voz sonaba rota por la preocupación, si Iván lo sabía ¿los demás también? - ¿qué es lo que sabes?

- Te desmayaste y te traje como pude al hospital – sonreía para quitar hierro al asunto – la verdad, es que no sé nada. Al no ser familiar, no me dejaron entrar a las pruebas que te realizaron. – Suspiró encogiéndose de hombros – Nadie sabe que estas aquí, los iba a llamar en este momento – le enseñó el móvil, que había logrado cargar gracias a una enfermera a la cual, le había caído en gracia.

- No los llames, todavía – lo cogió de la manga – todavía no, por favor – había lágrimas en sus ojos –dame... dame un poco tiempo.

Parecía tan débil, tan desprotegida que se sintió forzado a abrazarla para consolarla. Durante el abrazo se sintió a gusto consigo mismo, notando el calor de su cuerpo junto a sus temblores le hicieron hacer una promesa. Si existía un Dios y eso era realmente lo raro puesto que él no creía en nada, le juraría que haría todo lo que estuviera en sus manos para que no sufriera más.

Se sentían cansados, no físicamente sino que, mentalmente habían estudiado el plan desde distintos ángulos. Si el chico (ese tal Samuel) lograba descifrar el mensaje en lo que quedaba hasta mañana, cosa que no ponían en duda puesto que ya había hecho con el anterior. Al final, había sido Manuel quien le sacudió a la chica y él sacó la foto con una cámara digital y tras unos retoques borró los rastros de ellos. Aunque ahora, limpiándole las heridas parecía que se había pasado, estaba acostumbrado a la violencia. En su oficio era algo de lo más normal pero, él nunca había sido partidario de hacer daño ni a mujeres ni a niños por necesario que fuese, nunca cogía a ninguno de escudo humano. Esta era una de las únicas regla que seguía al pie de la letra, bueno también seguía la de no contra decir a Manuel, tenía unos arranques temibles. No permitía que nadie le contradijera, recordaba muy claramente lo sucedido la última vez que eso sucedió, los otros miembros de la banda acabaron pagándolo con la vida cuando se atrevieron a cuestionar su valía como jefe de la banda.

Retrocedió con el fin de observar si le quedaban heridas visibles o algún moratón, al no encontrar ninguno suspiró. Por lo menos, esta parte del trabajo ya se acabó suspiró hondamente, miró su reloj dentro de unas horas, si todo sale bien nos habremos librado del único que nos podría detener yendo a la policía. Bueno, ya faltaba poco tranquilamente salió al aire libre, se arremangó y encendió su cigarro a la par que, su mirada se perdía entre las nubes.

Bueno ya había dejado pasar suficiente tiempo, se moría de curiosidad ¿de qué habían hablado esas dos? era un dicho muy viejo pero, aún así seguí teniendo presencia hoy por hoy “la curiosidad mató al gato “y él ahora se sentía como el minino del dicho. Daba igual, con siete vidas podía permitirse el lujo de perder una siendo curioso, ¿no? Tendría que preguntarle a Paula sobre lo que habían hablado, seguro que si preguntaba a Susana esta daría un buen rodeo, saldría por la tangente y al final, no le contaría nada.

No era el momento más oportuno con el asunto del mensaje de Laura, el acertijo y como guinda final la llamada de Iván desde el hospital. Lo cierto fue que nadie los había echado de menos por lo que, al enterarse de que a Miriam la había trasladado al hospital y de que la habían sometido a una operación, aunque esta fuera una sencilla intervención, les había dejado fríos. Ya pensaría en eso en otro momento, iba a ser egoísta y aprovechar la confusión del momento para sonsacárselo. ¡Mierda! no está sola ni un minuto, mejor lo tomo con calma si logro tener un poco de paciencia conseguiré lo que deseo. No dejaban de cuchichear como gallinas cluecas, ¿es qué nunca se cansan de hablar de temas banales? Así no hay manera, que le vamos a hacer tendré que jugar un poco sucio. Con cuidado metió la mano en el bolsillo y se fue alejando del grupo, como quien no quiere la cosa.

Un móvil sonó, su melodía era demasiado llamativa y todos se giraron para encontrarse con una Paula, ligeramente sorprendida y con prisas para cogerlo. Los ojos se le dilataron por algo que aparecía en la pantalla para luego, iluminarse la cara con una sonrisa según iba mirándolo. A Susana le pareció un tanto raro pero, no veía la razón de porque le daba tan mala espina. La vio alejarse a grandes zancadas hacia una parte del bosque, no oía la voz de Andrés ni lo veía, ¿no abran quedado? que idea más estúpida pero, ¿y si fuera verdad?

- Has tardado un poco, ¿no? – comentó una áspera voz que venía de una silueta que se apoyaba tranquilamente en un retorcido árbol.

- No tanto como has tardado tú – sonrió, dio un saltó a su lado y lo abrazó – ya era hora de que quedases conmigo alguna vez, a solas – le susurró al oído, lo iba a besar cuando él le puso un dedo sobre los labios.

- No te confundas, Paula – dijo mientras le acariciaba la cara – no te llamé para eso que piensas.

- Entonces, ¿para qué me llamaste? – hacía mohines, como sabía que a todos los chicos les gustaban.

- Sabes muy bien que eso no me hace efecto, vida – dijo sonriendo - quiero saber de qué hablaste con Susana.

- Susana, siempre Susana, ¿es que no vamos a tener nunca una conversación en la ella que no salga? – En su voz había rastros de enojo - ¿no te das cuenta de lo que siento por ti?

- ¿Se puede saber de que hablas? estabas liada con aquel monitor y ahora me vienes con esto, ¿nunca dejarás que intente ser feliz? primero me dices que m quieres y cuando te lo digo yo me mandas a paseo y ahora que estoy con otra te metes de nuevo en medio. Es que ya te vale.

Un ruido se produjo un ruido de ramas rotas, Paula lo oyó pero no el chico. Espero ver a alguien saliendo de los arbustos pero, no tuvo esa suerte.

- Te equivocas, hablamos de nuestras cosas – le dio la espalda esperando a coger fuerzas para defenderse – nada serio pero, tú tienes un ego enorme, desproporcionado. ¿Te crees que no podemos hablar de otra cosa? no todos tenemos un mundo tan exiguo como tú - ¡nos pilló! y no puedo decirle lo que hay, se lo prometí a Susana pero, ella ya lo rompió le sugirió una voz interior.

Así que era por esto por lo que se había ido, Susana se encontraba a un par de metros de la pareja. Hacía apenas unos segundos que oía la conversación desde detrás de un árbol. Ahora mismo dos posibilidades se abrían frente a ella. Por una parte podía salir y fastidiar a la otra chica, la simple idea de imaginarlo le hacía querer reírse a carcajadas y desear hacerlo. Y por otra si marchaba por donde había venido le dejaría vía libre para actuar, y sería justo pues, Susana había aprovechado antes su posición. Además, con la forma de actuar de su rival, no tenía nada que temer es más, la ayudaba sin quererlo y todo, que considerada.

- Ah, ¿no? – Rió – ahora te crees que soy idiota, ¿o qué? al volver estabais demasiado contentas – dio énfasis a la última palabra.

- ¿Idiota? si tú mismo – sonrió para enojarlo – lo dices, será verdad.

- ¡Mira! – Gritó fuera de sí – eres... eres una... – al ver como ella sonreía, respiró hondo varias veces - ¡Uff, casi lo logras!

- ¿Casi logro qué? eres tú solo el que te haces la polla un lio.

- Enfadarme, ¿qué va a ser si no? pero, tengo dominio sobre mí mismo y no lograrás hacerme salir de mis casillas.

- Ya lo has hecho, corazón – posó una mano sobre su hombro – pero, si tú crees eso, mejor para ti – dándole la espalda – nos vemos – agregó girando levemente la cabeza, lo logré pensó.

- Piensas que eres muy inteligente. Antes de que te marches quiero que me respondas a una pregunta – fue como una frase mágica porque consiguió que frenara en seco.

- Dispara – se le encaró con las manos apoyadas en las caderas – y más te vale que sea algo interesante.

- Si que lo es – su cara estaba mucho más seria de lo que nunca la había visto – te crees demasiado inteligente, ¿no? entonces responde, ¿por qué después de volver de vuestra reunión y abracé a Susana la miraste como si quisieras matarla?

- ¡La odio! ¡La odio con toda mi alma! – gritó con rencor y con cada repetición sus ojos brillaban, por las lágrimas que contenía – ¿es lo qué quieres oír? ya te lo he dicho ¿contento?

- Nunca lo habría pensado, la verdad. Me gustabas pero, no era recíproco pues estabas con otro y los celos me comían vivo – jugó unos segundos con sus pulgares – por lo que monté toda una película con Susana. Para darte celos, cosa que funcionó pero, al saber que a ella le gusto y al besarnos, descubrí que no me era tan indiferente como pensaba en un principio – su mirada era radiante.

- O sea, ¿te liaste con esa para darme celos? – a causa de la ira, temblaba como un flan – serás tonto pero, si siempre me has gustado. Lo que pasa es que entre no te decides y que se te arrima cada putón verbenero – los músculos de las mandíbulas los tenía muy tensas.

- Te recuerdo que me declaré al día siguiente y que me rechazaste – avanzó un paso en su dirección.

- No me quisiste cuando te lo dije y para encima me pusiste mala cara, como si te diera asco – la tensión era aún visible pero, se le acercó un paso también.

- ¿Se me acercan putones? – Su boca temblaba - ¿a caso eres tú un buen ejemplo? – Escupió las últimas palabras – por cierto, ¿qué ha sido de aquel chico con el que te vi besándote? era un monitor, ¿no? – se acercó otro paso, estaban a dos pasos de ella.

- ¡Lo has dicho! estabas celoso – aún tenía la boca tiesa pero, le apareció una sonrisa que parecía una grieta en el hielo - ¿acierto? ¿O me equivoco? – Recorrió la mitad y posó una mano sobre su hombro – acéptalo, vida no puedes vivir sin mí.

- Ni contigo – completó la frase Andrés – mira, lo que te confió es que no nos llevaríamos bien, nunca - ¿por qué no podía apartar la mirada de sus labios? – es la verdad, y lo sabes.

- ¿Eso es lo que piensas? – ya no había ni rastro de la tensión, sólo una sonrisa dulzona – además, ¿cómo lo puedes afirmar con tanta rotundidad ? no puedes decir que algo no te gusta hasta que lo has probado – despacio apoyó las manos en su espalda y se contoneó como una gatita.

- Sí, eso es lo que pienso y no lo pienso probar, ahora mismo estoy demasiado agusto con Susana como para echarlo todo a perder por ti.

No le dio tiempo a separarse de ella, el beso le pilló desprevenido. Era lo que había deseado, o al menos, durante varios días por esto había empezado con este plan. La apartó para mirarla mejor, tan solo unos segundos el anelo por el breve contacto con el alma de Paula fue demasiado grande.

- Y eso que no lo pensabas probar – esta vez fue ella quien interrumpió el beso, le brillaban los ojos.

La espalda de Paula chocó contra el tronco de un árbol, el contacto de sus labios la excitaba. De pronto, de nerviosa que estaba no sabía que hacer con las manos que comenzaron a moverse por iniciativa propia, sobando unas partes y arañando otras. Con lo caliente que estaba, no notaba el dolor de las uñas ni de los ocasionales pellizcos. La boca y las manos de Andrés se metieron por debajo de su camiseta, jugando con su blanca piel. Como le apetecía dejarle marcas para que las viera cualquier otra persona supiera que tenía dueño.

- ¡Ay! – Exclamó de dolor – ¡joder! no me vas a morder, ni tú ni nadie. – sus cejas se juntaron y lo apartó de un empujón – Si de verdad quieres algo entre los dos, nos vemos en la iglesia del pueblo a las siete.

Otra vez quedó solo y más confundido que nunca, mientras la veía alejarse. La pregunta ahora era ¿qué hacer? su mente no podía más, cuando se encontraba con Susana sus sentimientos estaban con ella. Sin embargo, si a que tenía a su lado era Paula su corazón latía por esta. ¿Por quién se decidiría al final? suspiró y cabizbajo bajo se alejo de ese rincón, se sentía como un animal camino del matadero.

Fuerza lo que se decía fuerza, apenas le quedaban a Isabel que siempre había pensado que las mujeres que se quejaban eran débiles. En su casa la habían educado de esa forma, nunca podía mostrar sus sentimientos, ni sus miedos porque eso la hacía débil y por lo tanto no lo podía mostrar. Estos pensamientos estaban tan calados en su carácter, que toda persona que no la viera así la atacaba para ver si la hacía cambiar. Pero, esta experiencia había tenido su lado bueno según Iván que había sufrido en sus carnes la experiencia
Marcuan3030 de octubre de 2010

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