Me regresas clara, tuteable,
mujer empeño
vocación hogar,
puedo oler tu café, tus quesos,
inolvidables dulces criollos.
No ocultabas el reducido mundo
de simple franqueza
ni el pánico al ratón
o los ciclones.
Una senda demasiado recia, a veces,
sin querer oírla, otras,
conversación en paralelo,
paradoja que me acompaña
entre miedos sagrados.
Dueña su frente de natural respeto,
las uñas sin arreglar,
habitación abierta de rectos horcones
y yo siempre con tantas dudas.....
Agradezco a Dios
por eternizarla inmensa en mis sueños.
Autora: María Esther Valiente.
Es que era inmensa para ti, Maria Esther.
Una madre lo es todo para los hijos y los hijos lo son todo para su madre.
Así es.
Un poema serio y profundo.
Te abrazo.