Tú, chico ligero, libre,
Sin cadenas que te aten,
sin barreras que frenen tu carrera;
dispuesto a volar sin alas,
a saltar sin paracaídas.
Sufres en silencio y nadie te comprende,
pero ahí estás. Tus dedos marcan la arena
y en la cima del mundo no hay mar que te contenga.
Siento, te envidio; envidio tu frescura, tu encanto, tu desenvoltura...
Admiro, admiro tu hermosura, tu calma, tu templanza,
tu andar despreocupado; ajeno a cualquier problema o dolor.
Amo, amo tu dulzura, la manera que me miras, tu sonrisa soñadora,
y amo, amo tus ojos de esperanza.
Quiero observarte hasta el amanecer, y ruego que el tiempo se detenga
para no tener que despedirme otra vez;
que el calendario deje de correr,
permanecer aquí, como estamos...
porque aunque seamos los dos contra el mundo,
tengo la certeza de que ni el universo entero nos podrá detener.