Hasta hace poco yo me había convertido en cualquier cosa. Estaba cada vez más cerca de convertirme en un envase vacío y en el camino perdí muchas cosas. Entre estas pérdidas, la que más me dolió fue la del orgullo.
Yo siempre le prestaba importancia sobremanera y gracias a ello estaba bien. Nunca me rebajaba y seguía fielmente "mi código de honor". Algo cambió eso y perdí todo lo que siempre había defendido.
No me arrepiento, nunca me arrepentí de nada, ya que de los errores se aprende. Desear que algo no hubiese pasado es negar el aprendizaje de cada día, es no saber sacar las enseñanzas de las equivocaciones. No, no me arrepiento, pero eso no quita que me duela.
Ahora volví a ser la de antes, pero esa marca quedará para siempre, imposible de borrar. Pero no importa, ya que haberlo perdido durante ese tiempo fue lo que lo fortaleció.
Ahora soy la de antes, y mejorada.